Joel
Miro Rose recostada en el sofá que está frente a mi cama. Se le ve con la mirada perdida y algo triste, quisiera que pudiera descansar tranquila pensando que ella está bien, que ahora está a salvo y nadie puede dañarla, no conmigo en frente.
Sigue mirando el cojín que está en sus piernas, su respiración es algo agitada y sus ojos están bien abiertos a pesar del cansancio.
—Rose, descansa —ella siente sin mirarme—. De verdad, tienes que descansar.
—Lo hago, estoy recostada
—Duerme —ella niega, parece en otro lugar, no en este lugar.