Jung recostó su espalda de la fría pared mientras se volvía y observaba al coreano, quien echaba un vistazo por la ventana con sus binoculares; era el tercer día que llevaban en aquel abandonado y sucio departamento y él sentía que estaba a sólo segundos de perder la cabeza.
—Nada —Patrick suspiró y él hizo lo mismo—. Estos tipos no van a hacer nada, tendremos que forzarlos.
—¿Est&aacut