—… No… —Por enésima vez aquel día, Jung movió su cabeza de lado a lado y vio suspirar a su atareado compañero.
—No quiero hacer esto… ¿Por qué demonios tengo que ser yo? —Ethan bufó.
El pelinegro se dejó caer en el asiento del capitán y soltó un gran y pesado suspiro, que no era el primero de esa mañana; el capitán y el teniente de aquel precinto se habían embarcado en su viaje de una semana de luna de miel aquella mañana y Jonathan había dejado a Ethan a cargo. Todos estaban sorprendidos por la decisión ya que, si querían ver la parte lógica, Mark hubiese sido la elección obvia.
—¿Por qué me sigues preguntando a mí y no vas con Mark? —preguntó, el mayor lo miró como que si su comentario lo hubiese ofendido.
—&