Carlos bajó del auto, rodeó el vehículo para ayudar a bajar a la doctora Robledo, tomados de la mano, caminaron hasta la entrada de la cabaña, él giró la cerradura, abrió la puerta para que ella, siguiera, él encendió las luces, ella exhaló un suspiro, ese lugar evocaba la historia de su romance.
Carlos acarició con su mano el rostro de Daniela.
—Parece un sueño —susurró—. Esto ya lo viví hace años con otra mujer, y ahora que usted está aquí conmigo es como si ella hubiera regresado.
—No me gusta que me compare con otras personas, pero si eso le hace sentir bien lo acepto.
Daniela pasó sus manos por el cabello de él. Carlos deslizó las yemas de sus dedos por los labios de la mujer, ella cerró sus ojos, después sintió sus besos.