"No ser tan selectiva"

Miranda iba en el asiento trasero, incluso cuando sus amigas habían insistido en que fuera en el asiento del copiloto. No lograron convencerla, la fuerza de sus hábitos de niña rica era mayor.

Angela iba de copiloto y Megan conducía; era la única que sabía hacerlo, así que la elección de lugares no era tan complicada.

— ¿Tina y Rita vendrán con nosotras? —, preguntó Miranda mientras acomodaba su bolso una vez más; Megan negó con la cabeza.

— Ellas nos verán allá —, respondió Angela y nadie dijo nada más.

Las chicas tan solo disfrutaban de la música que sonaba en la radio; quizás era el rey del rock: Elvis o quizás nadie que conocieran.

* * *

Incluso las luces del club resultaban algo embriagantes, no se necesitaba de una sola bebida alcohólica para sentir como todo tu ser se embriagaba, se inundaba de una sensación extraña, casi psicodélica aunque las drogas no formaban parte del lugar o el plan.

Miranda escaneó el lugar mientras entraban, sentía una extrema fascinación por el ambiente y por todo lo que sucedía dentro de él.

Parejas bailaban enérgicamente en el medio de la pista y alrededor de está había mesas redondas bien acomodadas. Casi todas estaban ocupadas por mujeres y hombres que parecían ser amigos, algunas otras pertenecían a parejas de enamorados en su segunda o tal vez tercera cita; y el resto simplemente estaban vacías.

La iluminación era tenue, no pobre, solo suave y tenía cierto tono anaranjado, casi ladrillo; muy similar al color del whisky.

Se escuchaban los tintineos de hielos en los vasos y algunos choques entre copas. Risas y conversaciones por doquier, parecía tan agradable.

Rita y Tina las esperaban en una de las mejores mesas del lugar.

Sacudieron las manos para dar a conocer su ubicación. Megan fue la última en entrar y la primera en verlas; enseguida tiró de Miranda y Angela para llevarlas a donde se encontraban Tina y Rita.

Tina era alta y delgada, su cuerpo no tenía una forma envidiable, pero no era feo, era lindo por su sencillez; no había curvas pronunciadas en él, pero las que tenía eran perfectas. Su cabello era negro y le llegaba al hombro, sus ojos eran expresivos y de un brillante azul.

Rita, por su parte, era baja y su cuerpo era envidiable; tenía curvas, curvas bien definidas, caderas anchas y no era tan flaca como Tina. Su cabello era castaño claro y sus ojos eran de un café oscuro... era sencillo perderse en ellos.

— Creímos que llegaría como... Hace 30 minutos —, dijo Tina como saludo.

A pesar de su apariencia frágil, su personalidad no lo era; tal vez era una causalidad: su apariencia frágil y la insistencia del resto por protegerla, la hicieron ser fuerte, sarcástica y directa

— Rita ya bailó con la mitad del club

— Exagerada —, la pequeña castaña intervino con un puchero— solo he bailado dos veces

— Con cada hombre

Las chicas rieron. Las ocurrencias de Tina solían tener ese impacto; Rita la miró con desaprobación y, francamente, intentando no reír.

Finalmente se rindió y desistió de sus intentos de no reír diciendo, entre risas: "tonta".

Todas las chicas tomaron asiento en la mesa. Eran cinco hermosas chicas, todas distintas, pero todas brillantes.

Ordenaron ginebra para empezar, todas excepto Megan, ella empezó por algo más fuerte: whisky.

* * *

La noche comenzó y Rita no tardó en conseguir una pareja de baile; Megan no se quedó atrás, pronto también estaba en la pista bailando entre los brazos de un caballero para después pasar a los de otro.

Miranda observaba sorprendida, como cada una de sus amigas salía a bailar, mientras ella solo se quedaba ahí sentada, solo era una espectadora y no entendía el porqué.

Comenzaba a desanimarse, ni una pobre alma se acercaba a ella y eso la hacía dudar no solo de su belleza, sino de ella misma. Su mejilla descansaba sobre la palma de su mano derecha, y su mano izquierda jugaba con su vaso de ginebra.

Rita regresó a la mesa, solo por unos breves instantes y le aconsejo a Miranda que no fuera tan selectiva, pues estaban ahí para divertirse y no para buscar marido.

Sonrieron y Rita volvió a la pista de la mano de un nuevo sujeto.

Gardner permaneció ahí, ahora su barbilla descansaba sobre las palmas de ambas manos, mientras ella veía pasar a múltiples parejas de baile, amigas saliendo, amigos siguiéndolas y uno que otro enamorado.

"Si, aceptaré al siguiente que me invite a bailar", se propuso, frunciendo el ceño e irguiéndose; estaba decidida a no desperdiciar la noche, después de todo ella había imaginado una velada totalmente diferente a la que estaba viviendo. Sí podía cambiarlo aunque fuera un poco, lo haría.

* * *

Y como sí la mala suerte hubiera decidido acampar en ella, nadie, ni un solo hombre, la invitó a bailar. Ya había pasado casi un cuarto de hora desde su promesa silenciosa y ella aún estaba ahí, en el mismo lugar y, por desgracia, en la misma situación.

Esperó a que se cumpliera otro cuarto de hora y, con un suspiro, tomó su gorro, su abrigo, su cartera y se dispuso a salir del lugar. No quería seguir ahí sabiendo que la velada destinada a hacerla olvidar sus penas, solo había traído muchas más.

No sabía a dónde iría, pero sabía que sería lejos de aquel club.

— Lindo gorro —, escuchó a sus espaldas mientras se levantaba.

Era una voz masculina la que le hablaba; agradable, grave y algo rasposa. Su acento resultaba gracioso o tal vez curioso, no era uno que Miranda hubiera escuchado antes, no detalladamente al menos.

No era británico, lo sabía porque ella era una gran fanática de dicho acento y, por ende, sabía reconocerlo.

Sonaba extranjero, pero ¿de dónde?

— Gracias

Al girar, se encontró con un caballero (o al menos así lo vio ella), de tez blanca y corto cabello negro. Bien vestido, llevaba un traje de tres piezas negro, el saco abierto y el chaleco visible a través de él; este último le quedaba espléndidamente.

Su figura era esbelta, no musculosa, pero tampoco demasiado flaca o desnutrida, al contrario, parecía estar en buenas condiciones, tal vez hacía suficiente ejercicio para mantenerse de esa manera.

Su cabello negro, su piel blanca y sus aparentes ojos grises hacía un contraste maravilloso. Miranda se aventuró a pensar que era italiano, pero ya no estaba segura de nada; se había perdido en su voz.

— ¿Ya te ibas? —, preguntó él después de unos instantes dedicados a la entera admiración de la belleza de la chica frente a él —, siento haber interrumpido de ser así

— Ya no estoy segura —, Miranda no lograba apartar la mirada de aquel apuesto caballero frente a ella.

Unos minutos atrás había estado decidida a irse de aquel club, estaba segura de tomar sus cosas e irse a algún otro lugar, incluso al no saber realmente cómo moverse por esa parte de la ciudad, tal vez, simplemente caminaba sin rumbo. Pero todo aquello cambió de repente, todo cambió con un: "lindo gorro".

— Oh, en ese caso... — él extendió su mano hacía ella, invitándome a salir—, permítame aprovechar la duda, soy Michelle

— Miranda — ella tomó su mano aceptando la invitación.

Al final, había prometido no ser selectiva y aceptar a quien le pidiese bailar, ¿o no?

Dejó su abrigo, gorro y cartera nuevamente en la mesa y permitió al chico guiarla hasta la pista de baile. Aquella había sido una invitación en absoluto convencional, pero más que linda.

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