— ¡Hola Jonás! – Me tenso y giro la cabeza para ver a Clyo con una trusa que le va como un guante con sus preciosas piernas — Me alegra coincidir contigo, podemos entrenar juntos – giro de nuevo para continuar con el saco.
— No puedo entrenar contigo, no tienes mi peso y puedo lesionarte – trato de ignorarla.
— ¡Ah! ¿Entonces qué hago? – se para frente al saco y lo sujeta, ruedo los ojos y le doy mucho más fuerte — ¡Ay! – sale despedida cayendo de culo en el piso.
Salgo a su encuentro para saber si se encuentra bien, tiene expresión de dolor. Ella se lo buscó, yo entreno solo.
— ¿Estás bien? – Asiente, le doy la mano para ayudarla y cuando va a abrazarme la detengo por el hombro — ¡Mírame! – Le hag