Pequeños grandes problemas

Al siguiente día salí temprano a trabajar, sentía que mi cuerpo temblaba y no sabía precisamente si era por el frío que hacía o por miedo, dejar a mamá sola en casa con Sofía no me brindaba mucha tranquilidad pero si mamá no podía encargarse de algo entonces yo debía hacerlo, así que me tocaba salir a buscar una manera de resolver nuestra solución.

—Buenos días, señorita Stella — esa voz me sacó de mis pensamientos turbulentos.

Al mirar en su dirección el mismo jóven del día de ayer estaba levantándose de la misma banca en que nos habíamos acomodado la noche anterior. Me reí un poco involuntariamente, pues, estaba tan sumergida en mis pensamientos que ni siquiera me había percatado de su presencia.

—Buenos días, jóven desconocido — contesté para darme cuenta de que ni siquiera sabía cuál era su nombre — por favor dime que no dormiste allí — añadí riéndome.

—¿Y si te digo que sí? — cuestionó él con una sonrisa un tanto maliciosa, este hombre y sus dobles intenciones.

—Entonces voy a creer que estás loco y voy a salir corriendo — respondí riéndome mientras comenzaba a caminar nuevamente — además no sabía que en la calle podía uno bañarse, cambiarse y además… — olí un poco antes de continuar — ponerse perfume.

—Bueno, está bien, no dormí allí, no huyas — replicó él tomándome de la mano — pero salí temprano para esperarte — añadió viéndome.

—Deberías dedicarte a escribir novelas románticas — comenté a modo de broma, riéndome de la posibilidad — se te daría muy bien.

Él tomó con fuerza mi brazo y me detuvo en seco, mirándome fijamente con una expresión seria.

—¿Qué te sucedió? — preguntó con firmeza, dejando atrás por un momento su papel de chico carismático.

—No me pasó nada — contesté confundida, tratando de comprender lo que estaba sucediendo.

—Hay una marca en tu mejilla ¿te han golpeado?.

No podía creer que ni siquiera me había percatado de eso por la mañana, definitivamente hoy andaba como sonámbula.

—No te preocupes — contesté colocando mi mano ligeramente sobre mi mejilla — voy a inventarme una gran excusa en el transcurso del día y te la diré más tarde — añadí dándome la vuelta para continuar hasta el restaurante.

No hablamos durante el resto del camino, al llegar al «Corazón Contento» corrí rápidamente hasta donde se encontraba Alexandra.

—Necesito que me prestes tu maquillaje — dije viéndome un poco alterada.

—Amaneciste electrica — contestó ella riéndose — ¿para qué necesitas maquillaje? ¿acaso andas de casería? — añadió con un tono pícaro mientras se reía y me guiñaba un ojo — quizás hay un rubio en tu vida que te está motivando a querer ser más provocativa.

Quité la mano de mi mejilla permitiéndole ver la pequeña marca de color rojo que delataba mi pequeña disputa de anoche.

—Otra vez — dije cansada.

—¡Necesitas salir de allí! — exclamó Alexandra tomándome por los hombros, eliminando de su rostro cualquier rastro de gracia que pudiese haber en él — no te hace bien ese lugar, ni a ti, ni a tu madre, ni a tu hermana, sé que tu situación no es precisamente fácil, Stella. Pero realmente temo llegar un día al trabajo y quedarme esperándote durante toda la jornada, no quiero perderte y ese lugar siento que es una bomba de tiempo.

—Intentaré conseguir un nuevo lugar, así sea más pequeño — respondí agachando la mirada y con la voz baja, sintiendo nuevamente la miseria de mi existencia — ¿si puedes prestarme el maquillaje? No quiero que los clientes me vean así — agregué en voz baja.

—Toma todo lo que quieras de mi bolso — indicó Alexandra acariciando mi pómulo para después continuar lavando los platos — y con todo me refiero a que también hay dinero allí dentro — agregó en voz alta.

—Muchas gracias pero no, no te preocupes — repliqué yéndome hacia el baño para arreglar mi desastre.

Me miré en el espejo, debajo de mis ojos habían terribles ojeras, mi cabello estaba desordenado e incluso mi uniforme seguía húmedo, no se había secado bien durante la noche, las lágrimas comenzaron a bajar sin pedirme permiso y sentí que mi existencia ni siquiera valía la pena. «¿Qué hago aquí? ¿por qué sigo aquí?» me pregunté a mí misma con la cabeza puesta en el lavamanos… mamá.

Levanté mi rostro y lo lavé con abundante agua, lo sequé con una toalla y comencé a aplicarme el maquillaje, me gustaba mucho maquillarme, no solía hacerlo porque no tenía mucho, solo contaba con un polvo, un labial y un rizador de pestañas que incluso se me secó, me reí de mí misma por lo último, bueno, tengo buen humor, muchas chicas no tienen esa dicha.

—¿Te sientes mejor? — preguntó Alexandra con una sonrisa al verme salir.

—Me siento asombrosa, soy asombrosa — contesté sonriente.

Habían demasiados clientes, yo estaba de acá para allá y eso me subía el ánimo, cada día conseguía la manera de motivarme para poder continuar y lo lograba, estaba orgullosa de mí misma por ello.

—No puedo creer que un Laurent esté en el restaurante — comentó la señora Adelina de forma discreta mientras se reía.

La señora Adelina es la hermana de la señora Alicia, ambas son prácticamente idénticas pero la señora Adelina es un poco más alegre y efusiva.

—¿Un Laurent? — cuestionó la jefa Alicia sorprendida, asomándose por la rejilla de la ventana.

—¿Qué es un Laurent? ¿un hotel? ¿un pantalón? — intervino Alexandra confundida, no pude evitar reírme de sus palabras y su expresión, ella era como un show andante.

—¡Exacto! — exclamó la señora Adelina — los Laurent son dueños de múltiples empresas, esto incluye una cadena de hoteles internacionales y uno de estos hoteles se encuentra cerca de aquí, lo que no pensé es que uno de ellos vendría a comer aquí, así puede verse el nivel al que ha llegado el "Corazón contento" — agregó con cierto aire de superioridad.

Es una señora bastante romántica, ella vive dentro de una película, escrita, dirigida y protagonizada por ella.

—¿Quién es? — preguntó Alexandra mirando hacia afuera.

La señora Adelina inmediatamente corrió a su lado para indicarle de quién se trataba y luego de un rato diciendo «Aquel, no, no, ese no, este» finalmente Alexandra dio con el hombre, sin embargo se devolvió a la cocina riéndose.

—No es un Laurent, es el chico que está enamorado de Stella — comentó Alexandra entre risas.

—¿Enamorado de Stella? — exclamó la señora Adelina — te aseguro que no estoy mintiendo, a ver Stellita, dime ¿cómo se llama el chico?

Me quedé pensándolo por un momento y recordé que por la mañana yo también me hice la misma pregunta y la respuesta era la misma.

—No lo sé, no le pregunté su nombre — contesté encogiéndome de hombros.

—Bueno pero yo sé quién es, estoy segura de ello — expuso la mujer con firmeza — esperen un momento.

Ella salió de la cocina y nosotras nos quedamos mirando confundidas.

—¿Tú crees? — preguntó Alexandra mirando de reojo.

—Es imposible — contesté riéndome — además tampoco me importa, no puedo concentrarme en tener una relación en este momento y si la tuviese no la tendría con alguien solo porque su apellido es bonito.

—¡Aquí está! — exclamó la señora Adelina con la respiración agitada, colocando una revista en las manos de su hermana — Jayden Laurent, hijo de Carola de Laurent y Howard Laurent.

Las tres miramos las hojas y sí, efectivamente el chico sencillo que se encontraba allá afuera tomándole una foto al paisaje por milésima vez no era otro que el mismísimo heredero de la fortuna Laurent.

Y yo burlándome de él anoche cuando dijo que regresaría a su hotel, literalmente si era su hotel, quedé como estúpida, aunque eso ya es costumbre.

—Si es él — dijo la señora Alicia perpleja.

—¡Tienes que casarte con él! — exclamó la señora Adelina.

—Tengo problemas más importantes, además casarme me traería aún más problemas — repliqué volviendo a mi trabajo.

—Él podría ser la solución a todos tus problemas — contestó ella con seguridad.

Por un momento pensé en todas sus promesas, era real, él enserio podía darme todo lo que yo necesitara, y yo solo tenía que acceder a casarme con él.

El resto de la tarde Alexandra y la señora Adelina se quedaron hablando sobre el increíble suceso, ya me dolía la cabeza de tanto escucharlas parlotear pero anoche me había ido temprano y le había dejado todo el trabajo a Alexandra así que no le podía exigir nada el día de hoy.

—No les prestes atención — dijo la señora Alicia en voz baja cerca de mí — es normal escandalizarse ante algo así pero tú no tienes que sentirte obligada a nada, el amor surge naturalmente y si se fuerza entonces no es amor — añadió para luego salir con las órdenes de comida.

La señora Alicia definitivamente era una gran persona, me ayudaba a mantener la calma cuando los demás me hacían perderla.

Me quedé allí un momento esperando a que volviera, aún necesitaba hablar con ella.

—Disculpe, señora Alicia — dije tímidamente al verla entrar.

—Si, dime, corazón ¿qué sucede? — contestó ella un poco preocupada.

—Yo, bueno, yo sé que apenas es miércoles y que cobramos los días viernes pero realmente quería saber si podría darme un adelanto — expuse avergonzada.

—¿Cuánto necesitas? — preguntó ella viéndome.

—Todo — contesté agachando la cabeza.

—¿Ese hombre otra vez? — preguntó levantando mi rostro, tragué saliva con dificultad, pues, no era algo que deseaba hablar — no te preocupes, antes de que te vayas recuérdame y te los doy — añadió ella sobando mi brazo a forma de consuelo.

Otro mes que logro resolver.

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