Alberto no podía quedarse de brazos cruzados. Aunque no tenía una relación estrecha con Camilo, algo dentro de él le decía que debía buscar informe sobre su condición. La incertidumbre lo carcomía, una sensación de urgencia se apoderaba de su cuerpo. No podía ignorarlo. Sin perder más tiempo, se dirigió a recepción y, con el corazón latiéndole en la garganta, exigió respuestas.
—Necesito información sobre el señor Lawrence —su voz sonó firme, casi amenazante, al dirigirse a uno de los médicos.
la chica suspiró antes de responder. Su expresión reflejaba compasión, pero también el peso de la noticia que estaba a punto de dar.
—Lo lamento, pero falleció en la ambulancia antes de llegar aquí.
Un escalofrío recorrió la espalda de Alberto. El mundo pareció detenerse por un instante. Su visión se nubló y un nudo amargo se formó en su garganta. No podía ser... Camilo estaba muerto.
Mientras tanto, en la comisaría, Camila se encontraba en la sala de interrogatorios. Frente a ella, dos oficiale