Capítulo 36.

Chantal.

Desde el momento en que bajó del auto, su corazón latía a ritmo de una intensa esperanza que, sin su propio consentimiento, se nutría de una ilusión que simulaba, a largo plazo, ser asesina. Daba pisadas firmes sobre el pavimento, a apariencia ajena, eran así: con vista al frente, fijas a su destino. Pero en realidad le estaba costado demasiado no detenerse y mirar a sus espaldas. Sabía que él seguía ahí, que no se había movido, que estaba oculto dentro de su auto como si fuera una de las corazas protectoras que los separaban.

Caminó lento, intentando alargar el tiempo en el que ella se mantenía en su campo de visión. Tenía certeza de que Dixon la veía andar, que él se estaba cuestionando, en su egocéntrica mente todo lo que habían hablado, que tenía dudas y tal vez sentía temor ante lo que ella le planteaba.

De momento creyó sentir como la puerta de aquel auto se abría a sus espaldas, su corazón se aceleró haciendo que una nerviosa sonrisa se le dibujase en los labios. Detu
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