HUYENDO DE MI ALFA IMPLACABLE EL ROGUE
HUYENDO DE MI ALFA IMPLACABLE EL ROGUE
Por: Escritora Palacio
Este cachorro, no será tuyo

En la manada Bluemoon, la sala de parto está llena de tensión por los gritos detonantes de una mujer.

—¡Duele! ¡Duele! ¡Ahhh!— exclama la loba mientras grandes gotas de sudor mezcladas con lágrimas, empapan la almohada de la cama de partos, y hay un charco de sangre roja brillante bajo las piernas de Luna Mia.

Ella se aferra a las sábanas al sentir las fuertes contracciones, su deseo era que el padre de su hijo estuviera dándole apoyo.

—¡Luna Mia... por favor! aguanta un poco más. Ya he visto la cabeza del principito.

Como la luna de la manada Bluemoon, está dando a luz, han despejado el pasillo de la sala de partos, dónde está el Beta, del Alfa Bluemoon en toda la puerta de la habitación esperando los chillidos del heredero. Solo la comadrona Omega Letizia la anima a Luna Mía a pujar.

—¡Letizia, duele, duele mucho!— se queja Mía, su rostro refleja la desesperación y el dolor de dar a luz a un hijo

El olor a sangre en la sala de partos, hace que el Beta que está fuera de la puerta se tape la nariz.

Mía estira impotente las manos hacia el cielo, intentando hacer fuerza, esperando que alguien le cogiera la mano. Pero su pareja, su Alfa, nunca lo hará porque Alfa no la ama y nunca se enamorará de ella, no es su pareja destinada.

Mia, está siempre muy sola desde que empezó su cargo como Luna, sigue enfrentando su dolor con valentía.

Para luego escuchar la habitación llenarse la melodía del llanto de su hijo, deja en segundo plano su dolor, porque al ver a su pequeño cachorro derramó lágrimas de felicidad.

Pero aquella sonrisa amplia de su rostro desvaneció, cuando ingresó Beta.

—¡Ya nació el heredero!— espetó.

—¿Acaso ha venido mi Alfa Domenik? Por favor dame a mi cachorro— Mia extendió sus brazos para recibirlo, y Omega Letizia, lo envuelve en una manta para pasarlo, pero el Beta interrumpe.

—¡Vete!— le ordena con determinación a Letizia, la comadrona, la cual entrega al bebé y sale rápidamente ahuyentada.

—Es hermoso…— Mía acerca a su cachorro lentamente a su rostro para juntar sus mejillas, pero en ese instante su hijo fue arrebatado.

—Princesa Mia de la manada Redmoon, te lo digo por orden de Alfa, este cachorro no será tuyo

—¿¡Qué!?— exclamó y sintió unos fuertes cólicos en su vientre.

Tiene una premonición de que algo malo iba a pasar.

—Su estatus como luna sustituta ha sido revocado— continúa Beta al verla perpleja

Mia se queda atónita, su Alfa Domenik, va a romper su alianza con la manada Redmoon, la de su padre. —¡Él no puede hacerme esto!—Mia siente como la chispa de felicidad que había causado su hijo se está desmoronando.

—¡De hecho, ya lo hizo! Debo marcharme— Beta lamenta llevarse al bebé.

—¡No te lo lleves por favor!— soltó un grito desgarrador, el bebé de sus extrañas ha sido arrebatado —¡¡Mi hijo!! ¡Ahhhhh!— siente un dolor en su vientre, su frente empieza a sudar nuevamente.

El cachorro por su parte, en cuanto se aleja del olor de su madre, empezó a llorar. Beta suspiró y aceleró el paso, obedeciendo por completo las órdenes de Alfa, aunque sabía lo cruel que era separar a madre e hijo. Su antigua Luna Mia no se merecía este mal trato. Después de todo sabe que Mía ha sido una luna competente durante los tres años que ha estado en el trabajo.

Mia no puede creer lo que acaba de pasar.

Ella pensó que la alianza entre Redmoon y Bluemoon siempre sería inquebrantable, incluso si ella no fuera su Luna de agencia.

Todo el mundo sabe que Alfa Domenik, el líder de la manada Bluemoon, está enamorado desde la infancia de la hija mayor de su padre, Myriam de Redmoon, que es su pareja predestinada.

Y la segunda hija de su padre, Mia de Redmoon, también siente envidia del amor de su hermana y su cuñado.

Mia había visto a Alfa Domenik ser amable con su hermana Myriam desde que era pequeña. Aunque le gustó su aspecto desde el primer momento en que lo vió, nunca esperó poder robarle el hombre a su hermana, guardó este amor en su corazón por años.

Si su hermana no se hubiera caído accidentalmente de una altura mortal y hubiera muerto antes de la boda, el destino de Mia no sería tan ridículo como ahora.

Su padre le hizo la vida tan absurda quitándole la libertad, casando a su cuñado por su hermana Myriam, que su destino como princesa era convertirse en sustituta de su difunta hermana.

Pero todo fue un contrato que Alfa Domenik firmó con el padre de Mia, pero nadie le dijo en qué consistía.

Aunque se convirtió en la luna sustituta de su cuñado, quería estar feliz pero su pena fue mayor. La tristeza era que Myriam, quien más la amaba, había muerto, pero le preocupaba más que su cuñado no la amara tanto como amaba a su hermana.

Seguía esperando que, tras convertirse en Luna, el Alfa Domenik se conmoviera por su constante vigilancia y pudiera quererla.

Lamentablemente, sus preocupaciones se habían hecho realidad. Pero llevaba dos años convertida en Luna de nombre y sólo en el aniversario de la muerte de su hermana se acostó borracho con Mia y la tomó por primera vez. No dejaba de pronunciar el nombre de Myriam mientras hacían el amor. Pero después de hacerlo, al día siguiente estaba claro que se arrepentía y no volvió a ir a su habitación a altas horas de la noche. Y poco después descubrió que estaba embarazada.

Leticia la comadrona Omega escucha los gritos de su súplica de Mía, por lo que se apresuró a regresar a la habitación y la ve desesperada e incluso en mal estado.

Mía siente otro dolor agudo en el abdomen, lo cual no parece correcto, el bebé ya ha nacido, ¿Por qué le sigue doliendo? —¡Me duele, siento que quiero pujar!

—conserva la calma y no grites por favor— Leticia se acerca para auxiliar a Mía, pero al Alfa Domenik ingresa a la habitación, impecable como siempre, pero su mirada hacia Mía es demasiado fría, ni tan siquiera está preocupado por su salud

—¡Beta se ha llevado a mi hijo, dame una explicación!— gruñó entre dientes, tensando su mandíbula porque los dolores están constantes

—¡Debes obedecer mis órdenes! Así que presta mucha atención, porque no lo voy a volver a repetir.

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