La actitud de ese joven solo podía explicarse de dos maneras: o estaba completamente loco, o tenía una confianza desmedida en sí mismo, pensando que con sus habilidades podía vencer a todos.
Al llegar a esa conclusión, Quintiliano soltó una risa sarcástica. En ese momento, solo tenía un pensamiento en mente: derrotar a ese joven con todo su poder, dejarlo derrotado arrodillando en el suelo, y demostrarle lo ridículos que eran sus pensamientos. Y, claramente, no era el único que pensaba así.
Canuto respiró hondo, con los ojos llenos de furia y burla.
—¡Maldito joven! He visto a muchos confiados, pero alguien como tú, tan arrogante, es la primera vez. Ni siquiera esos fanfarrones que se creen invencibles se atreverían a decir que pueden enfrentarse a nueve de nosotros a la vez.
»Somos nueve, y todos tenemos habilidades extraordinarias. Además, tres de nosotros hemos dominado la Manifestación Celestial. Si luchamos con todas nuestras fuerzas, ni siquiera el más poderoso del mundo de las