3. LA LLEGADA DE LA LUNA

Gritó a toda voz ante los ojos sorprendidos de Enril que nunca antes lo había visto comportarse con él de esa manera. Aren se retiró dos pasos para luego ante el silencio de su hermano girarse y preguntar.

—¿No lo entiendes, Enril? Me seguirán a todas partes hasta dar con ella, y la matarán. Asesinarán a mi Luna solo por seguir teniendo el control de la manada. 

—Es verdad, tienes razón mi hermano. Disculpa por no haber pensado en eso.  Voy a preparar todo, luego paso por ti.

—No dejes que nadie te vea con esos libros secretos o sospecharán que algo vamos a hacer, acuérdate que nuestros padres siempre escondieron lo que eran verdaderamente.

—Descuida, nadie me verá.

 Lo ve alejarse y de a poco vuelve a convertirse en lobo. Le duelen un poco las patas del largo camino que recorrió, para solo ver a esa hermosa personita asomarse a su ventana y sonreírle. Ha crecido, es realmente hermosa. Todavía recuerda el día que vino al mundo. Estaba como siempre en el bosque, era luna llena. La contemplaba sentado en sus patas traseras, no recordaba cuántos años habían pasado desde que seguía este ritual. Venir a rogarle a la madre luna que le mandara una mitad, que lo liberara. 

 Cuando de pronto le entró una gran necesidad de correr hacía un punto específico. Corrió con todas sus fuerzas hasta salir de su territorio y adentrarse en territorio enemigo. Había una gran batalla, estaban siendo atacados. Siguió con sigilo su olfato, hasta llegar detrás de la casa del alfa de la manada. Allí oculta entre la vegetación la Luna lo miró asustada, en compañía de una mujer que la ayudaba. 

 Se dio cuenta de que el olor salía de su vientre y comprendió todo. Su mitad estaba por nacer del vientre de esa Luna enemiga de su manada. Pero eso no le importó, les dio la espalda y se puso de guardia, la defendió de todos los lobos que la descubrían. 

 Cuando vio que le iba a ser imposible defenderla de los enemigos y sintiendo que su Luna luchaba por venir al mundo se giró hacia ellas y le ordenó a la mujer que la cuidaba.

—Móntala en mi lomo. No podré aguantar mucho más. Ya deben saber que tu Luna está aquí de parto, vamos. Si no lo hacemos ahora la encontrarán.

 La mujer  lo miró indecisa, se asomó aterrada fuera del lugar en que se habían  parapetado viendo que era verdad, estaban perdiendo. Ni el Alfa ni su esposo que era el beta y que trató de sentir se veían por ningún lugar, se giró al escuchar a su  Luna hablar.

—Hazle caso Nara, nos ha estado defendiendo, es nuestra única esperanza de salvar a Gil.

—Mejor esperemos por Serafín, mi Luna —insistió temiendo que fuera una estratagema del lobo para robarse a su Luna, o a su hija.

—No hay tiempo, están perdiendo. Tenemos que irnos ahora o no podremos escapar.  

 Las apremió el Alfa Aren al tiempo que atacaba a dos lobos que los habían descubierto y los mataba para regresar a ellas y pedirle lo mismo colocándose al frente de ellas en alerta. Podía escuchar con claridad el corazón de su pequeña Luna acelerado y asustado.

—Es verdad Nara, dale vamos.

  Dijo la Luna poniéndose de pie con dificultad, aguantando su barriga y dando unos pasos hacia el lobo que se acercó, se inclinó  en una clara invitación a que ella se subiera en su lomo. Lo cual la Luna sin pensarlo dos veces los hizo ayudada por Nara que miraba asustada hacía detrás donde dejaban a todos luchando ferozmente. Salieron sigilosos sin que nadie los viera. Según se alejaban se escuchaban los gritos. De pronto la Luna aguantó su pecho y cayó desmayada al piso.

—¡Mi luna, mi Luna! —Gritó Nara.

—Tienes que sacarle al bebé o morirá —dijo Aren— el Alfa debe haber muerto y ella lo hará también en breve. Tienes que salvar a la niña.

—¡No haré tal cosa! Mi Luna, mi Luna…

—Nara, Nara —la llamó la Luna— tienes que ayudarme a que nazca Gil, escaparás con ella, la cuidarás como si fuera tuya, nunca dirás quienes son sus verdaderos padres. 

—Pero mi Luna…

—Nara, sabes muy bien que cuando muere nuestra mitad, lo hacemos nosotras. Llama a tu esposo por el link, dile que abandone todo y venga, yo se lo ordeno.

—¡Pero Serafín es el beta, no puede hacer eso!

—¡Nara deja de discutir! Algún día volverán a crear a nuestra manada. Necesito que ustedes cuiden de Gil. Abre mi vientre con este cuchillo y sácamela, ¡salva a mi hija Nara! ¡Promete que no dejarás que le pase nada!

—Sí mi luna, se lo prometo, se lo prometo —dijo llorando a lágrima viva viendo como su Luna cerraba los ojos.

—Hazlo ahora o morirá la niña —le dijo Aren que sintió el momento exacto en que el corazón de la mujer se debilitaba más y más. —Llama a tu esposo ahora.

 Nara con lágrimas en los ojos, hizo todo lo que le pidió su Luna. Mientras la abrazaba con amor se comunicó por el link con su esposo, pidiéndole que abandonara al Alfa y viniera por ellas, que era una orden de su Luna,  para su sorpresa ya venía buscándolas.

—¡Debemos de marcharnos ahora, me vienen siguiendo! —dijo en su forma de lobo cuando llegó girando amenazante contra Aren. —¿Quién es él? 

—Es alguien que nos ayudó a escapar. ¿Qué haces aquí?

—Perdimos, mi Alfa me mandó a cuidar de su hijo. Fue su última orden. No podemos perder tiempo, tenemos que irnos.

—Ustedes váyanse con la Luna, yo retrasaré a quienes los persiguen—ordenó Aren.

 Serafín inclinó la cabeza ante él, al darse cuenta de que era un poderoso Alfa. Tomó a la Luna en sus brazos y se alejó de prisa perdiéndose en la oscuridad de la noche. Aren se dedicó a marcar el territorio, para confundir a los perseguidores, queriendo darle a entender que estaban traspasando su área. Los vio llegar, eran más de diez y detenerse de un golpe olfateando, mientras se comunicaban entre ellos. Para luego convertirse en humanos.

—No podemos seguir, ellos se adentraron en el territorio de la manada Arcano. Sabes que el Alfa Maldito no perdona a nadie que traspase su área. No lo queremos como enemigo.

—Está muy lejos, tenemos que coger a la Luna. Todo esto será en vano si no nos apoderamos de la Luna, ya saben lo que dijeron los brujos. Su hijo será nuestra perdición. ¡Tenemos que hacerlo! —Vociferó uno muy fuerte.

—Sí tú lo ordenas nosotros te seguimos, pero serás tú el responsable de todo cuando giremos si algo sale mal —lo enfrentó otro.

—¡No sean cobardes y síganme! —ordenó a toda voz convirtiéndose de nuevo en lobo.

Pero un gruñido y unos ojos rojos hicieron que se detuvieran en seco. Ellos miraron llenos de terror como la figura de un enorme lobo negro con los ojos rojos refulgentes con el lomo erizado la cabeza baja salió despacio, gruñendo y enseñando sus colmillos. Era una clara declaración de guerra, sus enormes fauces se abrían y cerraban sacando el más espeluznante gruñido que ellos jamás habían escuchado. 

—¡¿Quiénes son ustedes?! —preguntó con una voz gruesa que los hizo recogerse sobre sí mismos. —¡¿Por qué quieren entrar en mi territorio?!

—¡Alfa Aren! —exclamaron todos retrocediendo asustados hasta salir de dónde él había marcado.

—¡Estoy esperando su respuesta! — Insistió de igual manera, mientras volvía a gruñir amenazante.

—Disculpe usted, Alfa Aren, solo nos confundimos —se apresuró el que fungía de jefe bajando sumisamente su cabeza casi hasta el suelo en señal de completa sumisión acto que imitaron todos a contestar. —Perseguimos a unos fugitivos.

—Por aquí no ha pasado nadie, llevo horas escuchando los gritos de esa manada, y les aseguro que no ha pasado una sola alma.

—¡Pero su rastro nos trajo hasta aquí!—replicó el grande.

 Un fuerte gruñido y un ataque feroz que lo lanzó por los aires hizo que todos cayeran sobre sus patas con las cabezas contra el suelo, al tiempo que veían como el Alfa Maldito se detenía encima del atrevido y le gritaba.

—¡Dudas de mi palabra imbécil!

—No, no Alfa, si usted dice eso, debemos habernos confundido — se adelanta arrastrándose otro  hasta colocarse delante de él. Luego se gira para el otro y le dice— te dije que había percibido su rastro hacia el sur, pero no me creíste —mientras le gruñe al corpulento— tu olfato nunca ha sido el mejor. ¡Hombres síganme, hemos perdido un tiempo valioso! Alfa Aren, disculpe la interrupción.

 Diciendo esto se marcharon veloces. Él suelta un fuerte aullido de supremacía y advertencia a la vez, luego se quedó un rato más hasta asegurarse que de verdad se habían marchado. Siguió al momento el rastro de los otros que llevaba a su Luna, hasta dar con ellos en una cueva. La Luna había por fin dado a luz una bella bebé con ayuda de Nara y había fallecido. Llegó cuando le daban sepultura, la bebé la tenían en una cesta al lado.  Se acercó sigiloso lleno de curiosidad de ver cómo era su tan ansiada y esperada Luna. 

 ¡Era la bebé más hermosa y peculiar que había visto jamás en su larga vida!

Tenía el cabello completamente gris, toda sonrosada, no se movía y se asustó. La rozó con su hocico para comprobar si estaba viva y al hacerlo, ella abrió sus ojitos grises que se tornaron dorados al verlo, sonrió feliz y para su gran sorpresa.

 ¡Él se convirtió en humano! 

 Y no solo eso, percibía todas las fragancias de su pareja. No podía creer que al fin la madre Luna se hubiera apiadado de él y se la enviara. Pero sí, allí estaba y lo había convertido con solo mirarlo en humano.

¡Era su mitad, su Luna había aparecido al fin!

 

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