2. EL ALFA AREN

 En medio de las empinadas y heladas montañas, se encuentra anclada la ciudad de Arcanán, más allá de dónde los ojos de los humanos han llegado a ver jamás. De difícil acceso es prácticamente desconocida para el mundo. Solo los seres sobrenaturales tienen conocimiento de ella. Está rodeada de altas murallas, encima de los desfiladeros de difícil acceso que la convierten en una de las más seguras e impenetrables de todo lo conocido. Solo pueden visitarla aquellos que son invitados, y nadie, ni por casualidad, puede traspasar las enormes puertas que la resguardan.

 Rumores dicen que en ella habitan desde siglos de los siglos los llamados Arcontes Mayores, desde que fueron expulsados de la ciudad celestial y obligados a vivir como mitades de almas de hombres lobos. 

 Nadie sabe si es cierto ésto, lo que sí saben todos es que esta ciudad y su extraña manada de hombres lobos llamada Arcano. Es dirigida por el más temible y cruel Alfa que ha existido en todos los tiempos, motivo por el cual nadie se aventura a acercarse a ese lugar. Le llaman el Alfa Maldito, porque nunca ha podido convertirse en humano, o al menos nadie lo ha visto hacerlo. Mantiene siempre su imponente figura de lobo al que todos respetan y temen.

  En una habitación que a simple vista se ve que debe ser del rey del lugar, por la elegancia y riqueza con que está amueblada en su centro se encuentra un enorme lecho, descansa un hombre que duerme profundamente. La puerta se abre violentamente dejando pasar a otro que grita molesto. 

 —¡Aren, tienes que dejar de desaparecer así! ¡Soy tu beta y hermano no el Alfa de la manada! ¡No puedo estar haciéndome cargo de todo! ¿Adónde fuiste esta vez? ¿Por qué desapareces cada luna llena?

  Pregunta el fornido hombre que ha irrumpido en la habitación dirigiéndose a una esquina, con las claras intenciones de encontrar a alguien en la improvisada cama que se ve en el piso con claros indicios de pertenecer a un animal, pero se gira rápido al sentir algo a sus espaldas.

 Asombrado observa como las mantas en la cama se revuelven, hasta que un fuerte e imponente hombre se sienta en ella. Es rubio con los ojos grises. Que se tornan dorados al escuchar a su beta y hermano Enril.

—¡Enril, deja de gritar tan temprano, estoy cansado del largo viaje! —le pide con una voz atronadora.

—¡Eres humano Aren! 

 Exclama el llamado Enril con los ojos muy abiertos en lo que se acerca con pasos lentos a la cama y una enorme expresión de sorpresa e incredulidad.

—Lo sé, hace mucho que puedo convertirme en humano —contesta como si nada el llamado Aren.

—¿Por qué no me lo dijiste? —pregunta Enril en lo que llega a su lado y sigue llenándolo de preguntas continuas. —¿Cuándo pasó? ¿La encontraste? ¿Encontraste a tu Luna?

 Aren se pone de pie sin responder completamente desnudo. Se dirige al baño con pasos lentos y cansinos, mientras su hermano Enril que todavía lo observa como si no pudiera creer a sus propios ojos lo sigue en espera de una respuesta que no llega.

—¿Pasó algo en la manada para que vinieras a despertarme tan temprano? —pregunta en cambio Aren, es el Alfa.

—Lo de siempre, los ancianos exigiendo verte.

 Contesta su hermano y beta resignado a que no le cuente nada, lo conoce muy bien. Su hermano no le dirá lo que pasó hasta que él mismo lo decida. Aunque está muy feliz que al fin haya podido convertirse en humano. Lo ve introducirse en la ducha fría y comenzar a bañarse por lo que sigue hablando desde la puerta.

—No pasa nada, ya sabes, están empeñados en hacer la ceremonia para buscarte una mitad. A tu Luna.

—Eso no va a pasar, yo tengo mi mitad. ¿No me ves? Soy humano. 

—¿Por qué no la traes? 

—Es una bebé.

—¿Una bebé? ¿Y como sabes que es tu mitad entonces?

—Puedo oler todas sus esencias y ella las mías.

—¿Eso es imposible? Se supone que tienes que esperar a que cumpla dieciséis años. Aren, ¿dime ahora mismo que has estado haciendo para convertirte en humano sin contar conmigo?

—¡No he hecho nada, solo sucedió! —Rugió furioso y agregó al ver la cara de desconcierto de su hermano.  — Sé que es cierto eso que acabas de decir, pero yo pude olerlas desde el mismo instante que  fue a nacer.

—¿De veras? ¿Cuándo pasó? ¿Quién es? 

—No puedo decirte aún quién es.

 Adoraba a su hermano y confiaba ciegamente en él. Pero no arriesgaría a su pequeña Luna. Debía velar y cuidar muy bien de ella lejos de todos. La había esperado por mucho tiempo para perderla ahora. En lo referente a ella confiaría solo en él.

—De acuerdo, no me digas —dijo Enril al ver que guardaba silencio. —¿Es por eso que ahora te puedes convertir en humano? 

—Sí, desde el mismo instante que la olí la primera vez acabada de nacer sucedió.  Me convertí en humano.

—¿En serio? ¿No me estás tomando el pelo? —preguntó realmente sorprendido de lo que le decía. No podía ser así de fácil romper la maldición. —No sé…, me imaginé que debía ser algo más complicado que eso. ¿De solo olerla dices te convertiste en humano? Sorprendente e inesperado.

—Yo también me sentí así, pero sucedió como te lo cuento, no hice otra cosa que olfatearla y ¡sass! Era un enorme humano. Y no me preguntes por qué pasó así, porque ni yo mismo lo sé.

—¿Por qué no lo haces delante de todos? Te conviertes en humano y resolvemos todos estos líos con los ancianos.

—¡Porque todavía no ha llegado el tiempo de que lo sepan, puedo ponerla en peligro, imbécil! —gruñó furioso.

  Sacó sus colmillos amenazantes y avanzó furioso contra él. ¿Qué parte de no poner en peligro a su pequeña Luna y no decirle a nadie no entendía? Enril retrocedió levantando las manos mientras le decía.

—¡Oye que no lo dije por mal! Cálmate, pareces a Oto, ¿ya pudieron hablar entre ustedes?

—No.

—Bueno, de seguro un día de estos sucederá.  Es verdad, no lo pensé con detenimiento. Debes proteger mucho a tu Luna para que no descubran los enemigos y la maten ¿Y qué harás entonces con los ancianos y su ceremonia?

—Pensándolo bien, lo haré.

—¿La harás?

—Sí.

Ahora sí Enril no entendía nada. Su hermano era todo un misterio para él desde que pasó lo que pasó. Era él quien llevaba la manada y tenía que luchar con todos los problemas e intrigas de los viejos. Lleva años pidiéndole que los deje hacer la ceremonia para ver si le encontraban a su Luna y siempre se negó. Ahora que ya la encontró acepta que la realicen. ¿Quién lo entiende?

—¿Aren, no me acabas de decir que encontraste a tu mitad? ¿Para qué vas a dejar que hagan esa ceremonia?

—Por eso mismo la haré. Al tener la mía ellos no podrán encontrarme una mitad en la manada y se quedarán tranquilos un buen tiempo en lo que mi Luna crece.

—Vaya hermano, eres muy inteligente. Así ellos no podrán seguir exigiéndote nada por ahora. Me gusta la idea.

—Y también les dará a entender que en alguna parte está mi mitad, y eso es muy peligroso. Y ahí necesitaré de tu ayuda para cuidar de ella.

—¿Mi ayuda?

—Sí, no quiero que descubran quién es. Quiero que utilices tu poder en mí.

—¡No haré tal cosa!

 Retrocede asustado Enril mirando a Aren que lo observa muy serio. Le aterra hacerle daño a su hermano, es la única familia que tiene, no sabe qué sería de él si le llegara a faltar. Sin importar si es un lobo gruñón que nadie soporta, es su querido hermano y no quiere perderlo.

—¿Por qué no? —pregunta Aren seriamente.

—Hermano, hace muchos años que no practico ni utilizo mis poderes, desde que murió mamá.  Puede que te borre toda tu memoria. De por sí con ese problema tuyo tienes dificultades.

—¿Qué sugieres entonces?

—Usa tu poder.

—¿Mi poder? ¿Qué poder? Yo no poseo ninguno.

—Sí, sé que siempre te has negado a hacerlo y que no recuerdas que lo tienes. Pero tú tienes un gran poder y con él puedes lograr que ellos no lean tu mente ni hagan nada que no quieras, mucho menos encontrar a tu Luna ni a ninguna otra.

 Aren se queda en silencio mirando a su hermano que asiente con la cabeza. Tiene vagos recuerdos de eso que le dice, pero no está seguro de poder lograrlo él solo, por eso le pide.

—¿Me ayudarás a desarrollar ese poder? Nadie debe saberlo en la manada.

—Está bien, practicaremos juntos. Tengo todos los libros de mamá. Lo haremos en nuestro refugio secreto.

 Contesta Enril, no está seguro que sea lo correcto. Pero por otro lado cree que si su hermano mayor lograra desarrollar el enorme poder que heredó de sus padres, podrá quien sabe si librarse de la maldición y volver a ser un humano con todas sus facultades. No dividido en un agrio Lobo y en un niño que no recuerda nada. Así que se arriesgarán a ver que pasa. 

—Está bien, ve a buscar esos libros. Empezaremos hoy mismo. No puedo dejar que sepan donde está. Y diles que sí, que estoy de acuerdo en hacer la ceremonia en cuanto esté listo.

—Buena idea, así nos dejarán tranquilos. Todo sería más fácil si te muestras como humano, eso es una señal clara de que la encontraste.

—¡Ya te dije que no, eso la pondrá en mucho peligro! 

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