POV Jeremy.

El motor del coche rugió cuando pisé el acelerador y las luces de la ciudad se desdibujaron en un borrón de colores. Isabella estaba a mi lado, respirando con dificultad y con la mano apretando la mía con una fuerza sorprendente.

Tenía el rostro pálido y perlado de sudor, pero sus ojos, fijos en la carretera, mostraban una mezcla de miedo y una fortaleza inquebrantable. El pánico inicial había dado paso a una fría determinación. Tenía que llevarla a la clínica.

—Aguanta, Isabella —murmuré, intentando que mi voz sonara tranquila, aunque notaba mi corazón martilleando contra las costillas. —Ya casi llegamos. Respira conmigo: inspira... espira...

Ella asintió, siguiendo mi ritmo de respiración. Un pequeño gemido escapó de sus labios mientras la sacudía otra contracción.

—Duele, Jeremy —dijo entre dientes, y apretó más fuerte. —Mucho.

—Lo sé, mi amor —respondí instintivamente. La palabra «amor» salió de mi boca sin pensarlo, pero sonó muy natural en medio del caos. —Lo sé. Per