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Capítulo 5. El nuevo director.

POV Isabella.

Llegué al bar y, al ver la cara de Heidy sonriendo, un sentimiento familiar me invadió. De repente, los felices recuerdos de nuestra juventud pasaron por mi mente, como una película. Inmediatamente corrí hacia donde estaba sentada, con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Heidy! —exclamé, emocionada.

—Qué bueno que viniste, ¡no todo es trabajo, querida amiga! —me dijo ella.

Heidy, que también es mexicana, estudió con Luis y conmigo en la universidad. Es la única persona que realmente conozco en Seattle, y, como todos los demás, ella también ignora que me casé en secreto con Jeremy Walton. Es un secreto que he guardado muy bien.

Mientras Heidy bebía su cóctel, yo pedí un jugo de sandía.

—Vamos, Isa, estamos en un bar. Siempre tan mojigata, tómate un trago —me dijo Heidy, con esa familiaridad de siempre.

—Sabes bien que no tomo alcohol —le respondí.

—Un trago te libera de tensiones. Eres como un robot en la empresa, ser la asistente personal de Jeremy Walton no debe ser nada fácil.

—No, no lo es —dije, con la mirada perdida, pensando en lo mucho que me pesaba esa verdad.

A pesar de los problemas, me sentía bien con la compañía de Heidy, por un rato pude olvidarme de todas mis preocupaciones.

—¿A que no adivinas? —le pregunté, apenas conteniendo la emoción—. Luis viene a Seattle a trabajar.

Heidy levantó una ceja, una sonrisa juguetona asomándose en sus labios.

—Claro, con razón me dijo que me tenía una sorpresa.

—¿Hablaste con Luis?

—Hace rato —respondí, sintiendo cómo mis mejillas se calentaban un poco.

Heidy soltó una risita. —Luis siempre ha estado interesado en ti, Isa, pero tú tienes estándares muy altos.

—Cierra la boca —le espeté, intentando sonar seria, pero una parte de mí se divertía con sus bromas.

—Vamos, Isa, si te mueres por el señor Walton.

—Ya basta, Heidy. —Esta vez mi voz salió con un poco más de firmeza.

Heidy levantó las manos en señal de rendición, aunque la sonrisa seguía en su rostro.

—Lo siento, pero es lo que veo, la forma en que lo miras, estás tan pendiente de sus asuntos, al extremo, eso no es normal.

—Soy su asistente personal —repliqué, casi como un reflejo, aunque sabía que su comentario había dado en el clavo.

—Hay niveles, Isa —me dijo, y supe que tenía razón.

—Cambiemos de tema, me haces sentir incómoda —le pedí a Heidy, intentando desviar la conversación.

Pero ella no parecía dispuesta a ceder. —Incómoda estarás cuando Luis esté a tu lado en la empresa, será uno de los directivos de la corporación Walton.

Sentí que me faltaba el aire. —¿Qué?

Heidy se llevó una mano a la boca, sus ojos se abrieron un poco. —Creo que arruiné su sorpresa.

Apenas podía procesar lo que acababa de escuchar.

—¿Luis trabajará en Walton?

—Así parece, querida —dijo Heidy, y pude notar un matiz de admiración en su voz—. Luis es muy inteligente, está abriendo paso en las finanzas a pasos gigantescos, no como nosotras que solo somos unas simples asistentes con maestrías.

Jamás, en mis sueños más descabellados, hubiera imaginado que Luis, mi amigo de la infancia, terminaría trabajando en la misma empresa que yo, y mucho menos en un puesto tan importante. La noticia me dejó en shock, una mezcla de sorpresa y una extraña molestia en el estómago.

Siempre supe que Luis era brillante, con una mente aguda para los números y una ambición que lo impulsaba a conseguir lo que se proponía. Desde niños, era el que siempre encontraba la solución a los problemas más complejos o el que ideaba los juegos más ingeniosos.

Lo vi luchar, estudiar incansablemente y abrirse camino en el mundo de las finanzas, pero pensaba que Walton Corporation estaba en otra liga, en una estratosfera a la que solo unos pocos privilegiados tenían acceso.

Y ahora, de repente, él estaría allí, en los mismos pasillos, respirando el mismo aire corporativo. La idea era emocionante y, a la vez, extrañamente intimidante.

***

Días después, los pasillos de la corporación hablaban por sí solos, como si tuvieran vida propia. El murmullo de las chicas por la reciente incorporación de Luis al tren ejecutivo era la comidilla. Pasé junto a un grupo y escuché a una de ellas decir:

—Tenemos un nuevo director de finanzas. ¡Cielos, es muy guapo y es extranjero, viene de México!

La otra chica respondió, con un tono de incredulidad y emoción:

—¿De verdad? ¿Qué tan guapo? ¡Y mexicano, vaya qué combinación!

La primera soltó una carcajada.

—Parece un actor de cine, así como un Brad Pitt mexicano, ¡ja, ja, ja!

Tragué saliva. Yo conocía muy bien a Luis. Preferí no prestar atención a sus comentarios y me concentré en mis actividades. La agenda de Jeremy, como de costumbre, siempre es bastante apretada.

Estaba organizando unos papeles sobre mi escritorio, justo fuera de la oficina de Jeremy, cuando hice contacto visual con Luis.

Me saludó a la distancia; se notaba que tenía prisa, seguramente para su reunión con la junta directiva, donde lo presentarían como el nuevo miembro del equipo ejecutivo. Sonreí al recordar los comentarios de las chicas sobre él.

Mentalmente, me dije: «Luis está más maduro, es realmente guapo. Seguro que ya tiene novia». Me alegro de que al menos él sea feliz con la persona amada».

Al pensarlo, no pude evitar que mi propia desgracia invadiera mis pensamientos: el haberme enamorado de un hombre tan frío y cruel como Jeremy Walton, mi esposo.

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