29 - Revelaciones amargas.
Estaba sentado el anciano, con su hija política mirándolo.
— ¿Quieres hablar nuevamente del testamento? — preguntó el anciano, mientras tomaba con su mano la taza de té que la mujer le había llevado.
Ella estaba un poco nerviosa, y más cuando veía que se bebía el té.
— Sólo estoy preocupada. Tu salud se deteriora, padre — respondió.
— ¿Preocupada por qué? ¿Por la herencia que dejaré una vez que me vaya de este mundo? — cuestionó con una sonrisa —. Estoy bastante viejo, hija, y se lo que planeas. No me opondré.
— No… no planeo nada — susurró —. Solo quiero estar segura de que mi hijo estará bien.
— Lo estará. Estoy seguro que le gustará lo que tendrá.
Aquella respuesta, había calmado un poco su ansiedad, y sonrió cuando terminó de beber su té.
— Solo me preocupo por ti, y obviamente por mi familia. No quiero que vayas tan pronto, aun con tu salud en decadencia, sigues yendo a la oficina en vez de permitir que mi hijo haga el trabajo — comentó.
— Le he dado la oportunidad de que se prep