Por Alejo
Llegó el rito de sacarle las ligas a la novia y colocarle una a cada chica soltera, o al menos a algunas con las que pactaron últimamente.
Algunos hombres iban haciendo chistes, más bien diciendo piropos.
Cuando Hugo puso la liga en mi pierna, escuché hablar a varios muchachos, pero no pude escuchar lo que dijeron, porque una mirada gris y penetrante, me estaba desnudando, parecía que esa mirada, que bien recuerdo, era similar al hielo, últimamente se había convertido en un metal caliente que derrite todo a su paso, sobre todo mi ropa.
Estaba incómoda y me sentí expuesta, caminé hacia un costado, dejando mi lugar a Karla, para que siguiera el ritual.
Un hombre de unos 30 años, se me acercó para entablar conversación.
Solo llegó a presentarse y preguntarme cómo me llamo.
-Soy Florencia.
-Flor, quedó algo pendiente.
Dijo Alejo y de la mano, me alejó de allí.
-Estaba hablando y…
-Te quiero mía.
-Ya basta Alejo, es una locura todo lo que decís, nada tiene sentido.
-C