Carlos aferró los hombros de la muchacha, la voz grave y apremiante:
—¿Dónde está? ¿Dónde está Linda ahora?
Ella se sobresaltó ante el gesto brusco y, tras unos segundos de titubeo, respondió:
—Ella… la semana pasada se fue a Noruega, a un intercambio científico.
¿Noruega?
La palabra le apretó el pecho.
Recordó cuando se burló de aquella solicitud de intercambio que yo había llenado.
¿Qué me dijo entonces?
“¿Noruega? Con ese clima tan helado, con ese tiempo tan horrible, no te va a gustar.”
Yo bajé la cabeza en silencio.
Y ahora, el lugar que él convirtió en una burla era justo donde yo estaba.
Un dolor punzante lo atravesó y lo dejó sin aire.
Soltó lentamente los hombros de la muchacha y retrocedió tambaleando.
—¿Señor, está bien? —preguntó ella con preocupación.
Carlos no contestó. Inspiró hondo, se dio media vuelta y se marchó a zancadas.
Aquella medianoche, la oficina de la torre del Grupo Mancilla permanecía en penumbras.
Carlos estaba solo frente al escritorio, los dedos golpeand