La mano de Bastien sujetó la de Margot con firmeza, y sus dedos entrelazados estaban en un contacto que ella quiso soltar, pero la presión de él se lo impidió.
La otra mano del CEO Delacroix, permanecía fija en la cintura de la pelirroja, arrastrándola con un dominio natural hacia el centro de la pista.
El murmullo de los invitados se transformó en un telón de fondo mientras ambos cuerpos empezaron a moverse al compás de la música.
Margot tragó saliva, el corazón se le agitaba a un ritmo frenético como si quisiera huir de su propio pecho.
Ella intentó mantener la distancia justa, un límite seguro, pero él acortaba cada espacio, cada segundo.
Los movimientos del hombre eran elegantes, intensos, igual que años atrás.
La brisa tenue del aire acondicionado rozaba su piel erizada, y el calor del cuerpo de Bastien, la quemaba por dentro.
Y entonces…
—¡No…! —susurró ella para sí misma al escuchar la melodía.
Los músicos habían cambiado de tono.
Las notas de un violín subieron desp