12 | Un sexy hombre uniformado

Tras la cena del jueves, donde casi todas confesaron sus verdades a medias Prisilla se sintió un poco menos miserable, saberse acompañada en la desgracia hizo que el sabor fuese menos amargo, sin que importara lo terrible que sonara lo que estaba pensando ―aunque se cuidaba de no decirlo en voz alta―; por eso, esa noche se devolvió justo antes de montarse en su auto, diciéndole a Julia y Ana que le llevaría un postre a Eloise y Verónica, su niñera.

En eso no mintió, sí compró el postre, media docena de pastelitos de chocolate y frutas, cuidándose de pedir uno de vainilla con una cobertura de chocolate blanco y Oreos trituradas por encima. Los cupcakes estaban guardados en una cajita de color verde con el nombre de restaurante impreso en dorado en la tapa; Oscar le guiñó el ojo al entregárselos y ella no supo si sentirse avergonzada o poderosa.

Ese era el debate qu

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