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Castigo no era una palabra que fuera de la mano con Leticia. Había recibido pocos en su vida ya que mantenía una compostura adecuada y estricta en la casa, pero aún así, a quién le gustaban los castigos. A nadie, y menos a ella, así que en cuanto Rayan le dijo que se mantuviera quieta en el lugar y fuera a cerciorarse de cómo estaba los demás de la pandilla, ella le dio una última ojeada y despidió a Gavel con un movimiento de la mano antes de darse a la fuga.

Si el alfa hubiera utilizado su voz, quizás se hubiera quedado tiesa en su lugar. Con la mordida que le había dado en el cuello de seguro que no podría ir en su contra, pero la confianza de Rayan le había jugado una mala pasada. Imbécil ella si se quedaba allí con ese alfa con todas las neuronas calientes como estaba ahora.

Mañana sería más fácil enfrentarlo más no esa noche. Incluso aún podría oler las fuertes y dominantes feromonas de él que hacían que su estómago se aflojara junto con cierta parte entre sus

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