Después de no poder dormir en casi toda la noche, ya que los gemidos pasaron a gritos, los besos a según pude escuchar pasaron a golpes, las palabras de amor, a insultos que jamás repetiría yo por mi educación. Así que aunque los calientes rayos de sol me daban en la cara, preferí quedarme un rato más en mi cama o pensar que iba a hacer si me levantaba y los veia a mi esposo y a Lucia, mirarse delante de mí como si fueran dos desconocidos
—- Señora ¿puedo entrar? — escuche la voz de Lucía al otro lado de la puerta
— Si, entra — le dije, aunque deseaba lo contrario
— Señora, el señor la está esperando para desayunar en el comedor — me dijo, dándome cuenta en las marcas de su cuello y de sus muñecas
— Dile al señor que me quedaré un rato más en la cama, estoy cansada y ahora mismo no me encuentro muy bien gracias, por cierto Lucia ¿te has caído? esas marcas que tienes es porque te has hecho bastante daño ¿no? – pregunté con picardía
—- Lo siento señora ya le dije ayer, que solo le puedo