Capítulo 1

Con el lapicero en su boca, Abby seguía con la mirada perdida. El día estaba en un tono gris oscuro, y con algunos relámpagos al final de la ciudad.

Un suspiro salió de su boca y luego comenzó a golpear su escritorio con el lapicero. Estaba tan aburrida, tan confusa, tan triste.

Deslizó la mirada a su pantalla, eran las 10 de la mañana, tenía un montón de trabajo por hacer, pero sus manos no respondían porque su mente solo estaba en la noche de ayer.

Se sentía miserable, literalmente eso era lo que su cuerpo insatisfecho le reclamaba ahora mismo, porque no podía dejar de recordar el momento en que Marshal llegó a casa y tuvo sexo con ella, pero como todas las veces, nada daba resultado. Ella solo quiso pensar en una película que había visto, una que despertó algunas sensaciones en su cuerpo dormido días anteriores.

Así le llamaba Marshal, cuerpo dormido y frígida, porque simplemente no podía sentir algún placer cuando estaban en la intimidad. Negó varias veces para colocar su palma en la frente que ya se estaban asomando algunas gotas de sudor, sus pensamientos estaban mal, y si seguía como seguía, ella debía ir a un psicólogo, porque tal vez tenía un problema muy serio.

Estuvo segura por un tiempo que, cuando sus amigas hablaron de esa película erótica, ella tendría mejores resultados. Preparó todo sabiendo que su esposo llegaría más temprano en la noche, y se colocó unas prendas que le parecieron bonitas de una tienda de lencería que era resonada ahora en Minneapolis.

Las escenas estaban en su cabeza, ella pondría de su parte para alcanzar la maravilla que sus chicas describían, y que hipócritamente les aseguraba experimentaba todo el tiempo con su marido. Pero la verdad es que Abigail Hayes, jamás en su vida había alcanzado un orgasmo.

Todo su trabajo se vino abajo cuando Marshal le dio una mirada:

Recuerdo: 

—¿Qué clase de mierda es ese atuendo? ¿Acaso eres una puta? —despotricó su esposo nada más entró a la habitación.

Ella se revisó rápidamente mientras sus piernas temblaban en anticipación. La mujer que le había vendido la lencería dijo que no era vulgar y que le quedaría bien a ella, prometiendo que su marido quedaría boquiabierto. Abby no supo donde quería meterse y solo pudo gesticular una sola palabra.

—Lo siento…

Con un par de zancadas su marido llegó hasta ella y luego le atrapó el brazo con rudeza.

—¿Qué tienes en la cabeza, Abigail? ¡No quiero a una zorra como mujer!, compórtate como la mujer casada que eres…

—Yo… —Los labios de Abby temblaron, su plan se había arruinado, y definitivamente olvidó la película por completo—. Solo quiero que ambos podamos sentirnos cómodos haciendo el amor, Marshal…

—No es mi culpa, querida Abby —Apretó sus palabras con un poco de rabia—. El problema eres tú, y con todo esto solo me alejas, a veces ni siquiera me apeteces…

Marshal dio una mirada larga a su cuerpo y luego tensó la mandíbula, como si hubiese cambiado de opinión. Nadie en su sano juicio rechazaría una mujer como ella.

Sus manos comenzaron a tomar sus caderas y luego la empujó a la cama.

—Pero ya que estás tan urgida de sexo, pues no me queda de otra…

Abigail sabía que esto no los llevaría a nada, sin embargo solo serían unos minutos, lo único que le preocupaba todo el tiempo, era que su intimidad quedaría resentida después del acto, porque ella ni siquiera alcanzaba a mojarse como era debido.

Definitivamente tengo un problema, se repitió en su mente mientras Marshal entraba en ella varias veces y escondía la cabeza en su cuello. No se molestó en moverse o en abrazarlo, en algunas ocasiones lo intentó y él parecía fastidiarse con su intensión.

Entonces contó los minutos y como todo el tiempo, él se rodó sobre ella después de descargarse, y luego la besó para decirle que había estado genial.

Fin del recuerdo.

Negó apretando los ojos y volviendo de su recuerdo. Toda su mierda estaba llegándole al cuello, y no sabía por cuanto tiempo podía soportar toda esta indiferencia.

Frente a la gente, Marshal era el esposo que todas querían tener, atento, cariñoso, y comprensivo, sus amigas vivían botando la baba en cada charla, y su familia… esa era la peor parte; Abby les mentía sobre su relación, porque si algo estaba fijado en su núcleo familiar, era que los matrimonios debían permanecer para siempre y que era lo más sagrado que uno podía tener. Por lo tanto, un divorcio era algo totalmente imposible, un tema intocable en las posibilidades de Abby.

Y no solo eso, muchas cosas estaban en medio, sus familias prácticamente eran socias en todos sus negocios.

Marshal y su familia poseían pequeñas empresas de comercialización de alimentos aquí en Minneapolis; él era el segundo hijo de los Hayes, junto con su hermano mayor, Adem. Sus padres Cedric, y Ada Hayes, comenzaron hace unos años el negocio, hasta que llegaron a contactarse con Ezra, el padre de Abby, para que luego hicieran una alianza comercial.

Ambas familiar cayeron como anillo al dedo, la empresa de los Hayes constaba en importar y exportar productos alimenticios, y la familia de Abby, los Hudson, la producían.

Ezra tenía miles de hectáreas dispersas por los Estados Unidos, pero principalmente, sus mayores ganados y espacios de producción, residían en Texas. Sostenía no solo la producción animal, sino también vegetal, y si se iba a la realidad, la producción alimentaria era una de las empresas más sostenibles que generaban grandes ganancias en los Estados Unidos, el comercio alimentario era sólido por el motivo de ser la necesidad número uno para el sostenimiento de la vida de una persona.

Si se colocaba en un punto de comparación, la riqueza de los Hudson sobrepasaba unas 10 veces a los Hayes, pero eso no importó mucho a Ezra cuando vio en Cedric, la capacidad de trabajo y de emprendimiento en el hombre. Harían un buen equipo, y eso pudo verse reflejado durante todos estos años juntos, contando los 4 años de casados que cumpliría la pareja que selló y afianzó la alianza empresarial.

Sin embargo, en los últimos 5 meses, las cosas se estaban colocando complicadas, muchas comercializadoras estaban saliendo a flote con nuevos proyectos y mejores presentaciones, las cifras estaban cayendo notoriamente y esto estaba inundando de tensión las reuniones y los encuentros familiares. Eso sin contar que la parte financiera solo estaba en manos de Abby Hayes.

Ni una firma, ni un papel, salía de esa empresa si no fuera por su autorización.

—Señora, Hayes, la reunión comenzará pronto —Lina, su secretaria personal, llegó a su escritorio tocándole el hombro para que ella despertara de su despiste.

Abby asintió con una sonrisa y luego cerró su computadora portátil.

—¿Marshal está allí? —preguntó a su secretaria, mientras tomaba algunas cosas para ir a la sala de juntas.

—No lo he visto, Señora Hayes, pero creo que está en la empresa.

Abby asintió y luego le dio unas carpetas para que Lina archivara. La palabra señora aún no la pasaba completa, aunque realmente con sus 24 años, casi 25, ella se sentía como una vieja.

Amargada y aburrida.

El edificio donde estaban ubicados se encontraba en el centro de Minneapolis, no era un edificio costoso, ni lujoso; constaba de 5 plantas, amplias y espaciosas, todas debidamente organizadas por Abigail, para que el desarrollo de sus empresas funcionara al 100%.

Ezra, no era muy apegado a estar en una oficina, solo se hacía presente en momentos como este, en donde tendrían una reunión, una que tenía a Abby de los nervios y con la mente confusa. El padre de Abigail se concentraba más en la acción, aunque su hija le había dicho en repetidas ocasiones que ya era muy viejo para esos trotes y que había gente a cargo que tenía esas responsabilidades.

Pero de cierta forma Abby lo entendía, él había trabajado demasiado duro para levantar un negocio como este, uno que se estaba escurriendo de sus manos, y ella aún se preguntaba ¿Por qué?

Caminando hacia el salón, vio que todos ya estaban sentados en la mesa larga, y por supuesto su marido no estaba presente, así que sí, ella debía tener cualquier excusa pendeja hacia su padre, de nuevo.

Saludó al personal, allí estaban algunos gerentes de H.A.N.; así se llamaba su empresa, abogados que estaban haciendo actos de presencia, su padre que estaba sentado en toda la punta de la mesa como feje principal, mientras que el padre de Marshal, Cedric, estaba a su lado izquierdo.

Todos se colocaron de pie, ella era la única mujer presente, pero estaba acostumbrada, Abby pisó esta empresa desde que solo era una construcción vieja y ella tenía 10 años cuando eso.

—Padre —Saludó Abby llegando hasta el puesto de Ezra dándole un beso en la mejilla, para luego girar y hacer un ademán con la mano a los demás—. ¿Cómo están?

Abigail se volvió a su suegro y él le dio un abrazo efusivo, apreciaba a su suegro con sinceridad, algo que no podía decir de su suegra, porque la madre de Marshal se había convertido para ella, como una piedra en el zapato. Jamás pudo tener armonía con esa mujer.

—¿Dónde está Marshal? —la pregunta llegó a sus oídos una vez tomó asiento y alzó las cejas mientras su padre esperaba una respuesta.

—Creo que debe estar haciendo el recorrido.

Ezra dio un puño a la mesa y luego negó.

—Papá… —susurró Abby tomándole del brazo.

—Estoy impaciente Abby, la reunión debía comenzar hace 15 minutos, él debería estar aquí antes que yo…

Ella pasó un trago y luego desvió los ojos hacia Cedric pensando que él podía excusar a su hijo, pero nada salía de su boca, el hombre parecía no importarle que Ezra dijera nada de Marshal.

—Si quieres, puedo ir por él, no debe estar muy lejos…

—No, comencemos… ¡Ida…! —Ezra llamó a la asistente de Marshal que estaba de pie en la puerta—. Cierra y que nadie entre, sea quien sea…

Abigail observó a su padre con los ojos abiertos, lo veía realmente enojado y frustrado y eso de cierta forma la incomodó. ¿Había pasado algo más que las cifras bajas?, Pensó de inmediato mientras su padre abría una carpeta gruesa y comenzó a pasar hojas para todos.

Abby tomó el par de hojas que estaban unidas por una grapa y sus ojos se agrandaron cuando vio allí plasmado una escala devastadora para la empresa. ¿Qué significaba todo esto? ¿Qué eran esos despachos que se marcaban en rojo?

Ella quiso preguntar enseguida, pero la voz de su padre se esparció por todo el salón dejándolos en silencio.

—Estamos en problemas serios…

Los ojos de la chica se alzaron y miraron fijamente a su padre.

—No recibiremos los pagos de los despachos de este mes —dijo Ezra sin mirar a nadie por un momento, y luego giró hacia su hija—. Por eso no has recibido los informes, y no sabes nada de esto, esas estadísticas nunca llegarán.

—¿De qué estás hablando? —Preguntó Abigail nerviosa.

Ezra giró hacia Cedric, haciéndole una ceña y luego el hombre intervino.

—Ninguna distribución llegó a su punto, las ciudades principales como Los Ángeles y New York nunca recibieron los cargamentos.

La garganta de Abby se apretó hasta el punto de la asfixia, eso solo significaba una ruina enorme, un desfalco incalculable.

—Pero yo hice un papeleo perfecto, todo el recorrido estuvo debidamente planeado, ¿Cómo sucedió algo como esto? —preguntó tan confundida que se sintió aplastada, ella estaba preparada para hablar sobre más cifras bajas, no una perdida millonaria.

—Aún no lo sabemos… —Agregó Cedric soltando el aire.

—Sin embargo, se están haciendo las investigaciones pertinentes, más de la mitad de la mercancía estaba asegurada, y todo estaba en la debida regla para que las aseguradoras puedan responder a la perdida —esta vez el abogado de la empresa, Brendan Cold, intervino llamando la atención de la chica.

—Tengo todo guardado, con facturas y registro, no hay problema en lo que me pidas —respondió Abby mientras el hombre asintió, luego volvió al lugar de su padre con la mirada—. ¿Hay alguna información de lo que pasó?

—Solo que no llegaron, la empresa transportadora está haciendo las investigaciones, solo debemos esperar —respondió Ezra fatigado con el rostro cansino.

Abby llevó la mano al brazo de su padre y lo apretó.

—No te preocupes mucho, se resolverá… mientras… déjame pensar en algo… alguna estrategia que nos ayude a solventar esta situación… la transportadora deberá responder, hay choferes, familias de por medio, todo debe tener una solución.

—El hecho Abby, es que no somos los únicos que están pasando por esto —agregó Cedric con una calma que puso más nerviosa a la chica—. Hay una investigación, varias empresas transportadoras están padeciendo la misma situación, los cargamentos son violados, quitados y desaparecidos, parece una red que la policía está siguiendo.

—¿Tanto así? —expulsó Abigail agitada.

Su padre asintió.

—Ninguna ha sido remunerada, porque es como si los cargamentos desaparecieran de la tierra… —Ezra alzó la mirada y ella pudo ver que había un poco de desesperación en sus ojos—. Es muy probable que quedemos sin remuneración, ni seguro, o alguna compensación por el suceso… la aseguradora no puede reponer tantas perdidas…

El pecho de la chica se comprimió en un segundo, esto era devastador.

—No nos daremos por vencidos señores Hudson, haremos todo lo posible por buscar una manera —volvió a intervenir Brendan Cold.

Ezra levantó una mirada y les sonrió a todos asintiendo mientras apretaba la mano de Abby.

Los gerentes y personas encargadas sacaron a flote algunas técnicas posibles para disuadir unas semanas a los bancos, algunas ideas eran asomadas, pero Ezra mantuvo el silencio durante toda la hora de reunión, hasta que al final el abogado lanzó las opciones que estaba a la mesa para seguir el asunto.

El corazón de Abby estaba aplastado, su vida estaba lo suficiente dañada, y ahora se sumaba la tristeza de su padre, que no era para menos, ellos podían entrar en bancarrota, y la empresa se podía ir abajo si no conseguían el dinero suficiente para invertir capital y suavizar el impacto de ese desfalco.

Después de una hora, todos se levantaron de la mesa, el padre de Abby la tomó de la mano y ella supo que tendría una charla privada con él.

Ezra se rascó los ojos y esperó que la puerta fuera cerrada nuevamente para darle una mirada seria a su hija.

—Abby, necesito un informe detallado del capital general, no incluyas a nuestros socios, ni siquiera a la familia Hayes…

Ella arrugó el ceño haciéndole una pregunta con sus expresiones…

—¿Qué tienes en mente? —preguntó confusa.

—Tengo algunos contactos, después de ese informe, ambos escribiremos unos correos.

Abigail se recostó a la silla y luego apretó su cuello.

—Lo haré, pero… —ella pensó por un momento—. Dame un día, quiero pensar en algo, si vas a enviar una petición, al menos deberíamos tener una propuesta.

—No tengo nada en mente, solo pienso en sacar provecho de algunos favores que hice en el pasado —respondió Ezra pasando sus manos por el rostro.

—Papá —Abby tomó su mano y la apretó—. Dame un día o dos, pensaré en algo. Sabes que no es lo mismo que te devuelvan un favor, a que alguien se interese porque vea potencial en nosotros… nuestra empresa es buena, la producción de Texas es de las mejores, son productos de calidad y lo sabes, no puedes pensar que todo se arruina porque si…

Su padre asintió y luego acarició su muñeca.

—A veces me arrepiento de consentir este matrimonio, Abby —el cambio de tema tan profundo impresionó mucho a la chica.

—¿De qué hablas, padre? Marshal y yo estamos bien, no te preocupes por eso… no le digas a mamá sobre lo que está ocurriendo, ni a los chicos ¿de acuerdo?, ve y descansa, yo me encargaré.

Él negó rápidamente.

—El que debería estar aquí preocupado, es tu marido Abigail, tratando de resolver lo que tú vas a resolver, este es el oficio de un hombre, tú deberías ser su apoyo nada más, ¡él debería estar aquí!

Las palabras de su padre solo ayudaron a joder más su estabilidad. Lo amaba mucho, lo adoraba como a ninguna otra persona en el mundo, pero le jodía que fuese tan machista y tan cerrado a tantos temas que ella hubiese querido soltar con él. Tal vez si no tuviese ese pensamiento tan cuadrado, ella no lo hubiese dudado, le confesaría muchas cosas que estaban destruyendo su autoestima, que estaban matando su confianza y estaban reduciéndola a una nada, porque ahora, ni siquiera podía verse como una mujer bonita.

Su silencio se prolongó, esto era todo, no había nada más que decir del tema y en disimulo, ella tomó su carpeta y se levantó.

Estaban literalmente perdiendo su empresa, no podían estar discutiendo sobre su matrimonio ahora.

—Nos vemos papá, salúdame a mamá, y dile a Ivy que iré el fin de semana.

Él asintió mirándola de reojo y Abby salió definitivamente del salón de reuniones. Sin pensarlo dos veces fue a su oficina, cerró la puerta y pegó su espalda en la pared para soltar los sollozos que había reprimido durante una hora. Ahora todo estaba revuelto, la empresa, su familia y la relación tan flácida con su esposo. Soltó el aire mientras su cuerpo drenaba y las lágrimas rodaban en su mejilla.

Caminó al escritorio y sacó unos pañuelos de papel, pasando los mismos por su cara, tratando de mantenerse serena.

Una notificación sonó en su móvil y ella lo leyó rápidamente. Allí estaba el grupo de sus 5 amigas, “casadas y desatadas” se rio en ironía, ella era todo menos eso. Abrió el icono y al menos unos 100 mensajes estaban deslizándose por la pantalla, lo único que pudo ver rápidamente era que se iban a reunir a la hora de almorzar, porque parecía que había un chisme nuevo que las dejaría paralizadas a todas.

Negó mientras salió de la conversación, debía trabajar mucho, y luego se excusaría con ellas. Justo cuando abrió la pantalla de su computadora, la puerta fue abierta, sin que llamaran primero.

—Tu padre se fue de la empresa, no pude saludarlo —Marshal entró para cerrar un poco eufórico—. Me enteré de la situación por mi padre, ¡esto es realmente preocupante!

Abby alzó su rostro y cruzó los brazos para mirarlo fijamente.

—Y no estuviste en algo tan importante como eso…

—No sabía que se trataba de algo como esto, estaba haciendo mi trabajo.

—¿Con quién? —refutó su esposa sin medir la consecuencia—. ¿Con Carla la recepcionista, o con Andrea la de admisión?

El rostro de Marshal cambió enviándole una mirada asesina, pero ahora mismo ella no tenía la fuerza para ser sumisa ante él.

—Abigail…

—No es tiempo de amenazar, Marshal, mi empresa y la tuya se están viniendo abajo, así que es mejor que busquemos una solución… —Abby se levantó del asiento, era mejor el chisme con sus amigas que quedarse en este lugar, recogió su bolso, tomó su celular y se puso la chaqueta enseguida.

—¿A dónde vas? —Marshal la frenó cuando ella pasó por su lado para salir.

—Con mis amigas, a almorzar —ella lo miró retadora, con los labios rojos y los ojos rojos por la irritación—. Pero puedes enviar a alguien detrás de mí, como lo sueles hacer… no me importa porque ni siquiera soy capaz de tener un mal pensamiento en contra de ti —después de sus palabras el rostro de Marshal se suavizó, pero eso encendió más su desgracia y la irritación se apoderó de ella—. Y me odio por eso —agregó obteniendo nuevamente la atención de su marido—. Me gustaría ser como tú, que se mete en cualquier pierna y viene y me ve con esos ojos sin tener alguna culpabilidad en ellos.

El hombre transformó sus gestos, empujó a su esposa y alzó la palma queriendo abofetear su mejilla, su puño se cerró y luego apretó duramente el rostro de Abby. La miró duramente por algunos segundos y luego le empujó la cara hacia a un lado, para salir sin decir una palabra.

Pero no era necesario, los hechos de Marshal ya eran suficientes para ella.

Los sentidos de Abby se agudizaron, y para cuando ella logró mantener el equilibrio, su esposo ya se había ido de su oficina…

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