Pablo, aunque estuviera muerto, no provocaría ninguna reacción en Irene.
—¿De verdad? —dijo ella con indiferencia.
—¡Exacto! Escuché que su empresa está hecha un caos. Joaquín me contó que su sobrino está en serios problemas, y que la familia Pérez probablemente ya no le dará más oportunidades. —dijo Bella.
Irene solo asintió con calma.
—¿Por qué no reaccionas? Esto debería ser cosa de Diego, ¡ellos dos son como perros peleando! ¡Se lo merece! Aunque, para ser sincera, Pablo es tan poco combativo que Diego podría acabar con él con solo un dedo. —agregó Bella.
—¿Qué me importa si vive o muere? Pero, ¿tu chico no se verá afectado por esto?
—Lo que le pase a él no me concierne en absoluto. —Bella respondió, con desdén.
—Bebé, —Irene dijo con resignación—, aunque Joaquín haya cometido errores en el pasado, lo has estado atormentando tantos años, ¿no es hora de soltar un poco esa rabia?
—¿Y tú, puedes perdonar a Diego?
—Los errores de ellos son fundamentalmente diferentes. Al final, Joaquín