La contraposición era tan grande que Lola no pudo evitar llorar más fuerte.
—Creía que tenías una comprensión clara de nuestra relación. —dijo Diego—. Todo ha terminado, ¿y vienes a cuestionarme?
—¿Terminado? —Lola, con ojos lacrimosos, lo miró—. ¿Empieza y termina todo según tú? ¿Por qué no me preguntas mi opinión?
—¿Tienes derecho a comenzar o terminar? —Diego escupió con desdén—. ¿Tienes una percepción tan distorsionada de tu identidad? No necesitaba tu consentimiento al principio, y por lo mismo, al final, no tienes derecho a hablar.
—¡Diego!
—¿Quieres dejarme así? ¡Imposible! —La falsa dulzura y gentileza de Lola estaba a punto de desmoronarse.
—¿Oh? ¿Quieres devolverme los regalos que te compré antes de dejarte? Si realmente quieres hacer eso, sal a la izquierda y ve a buscar al asistente de vida cotidiana; él tiene un registro. —Diego la miró extrañamente.
—¡Diego! —Lola estaba a punto de colapsar—. ¿Cómo puedes tratarme así? Todos saben que estoy contigo, ¿cómo puedes ser tan c