Capítulo 091. En silencio.
A la mañana siguiente, Anton seguía sumergido en una tormenta que lo golpeaba sin piedad. Su esposa, Yena, Yuna. Esas tres mujeres, entrelazadas en un enigma, lo estaban volviendo loco. El peso de sus preocupaciones se manifestaba en cada músculo tenso de su cuerpo, una migraña sorda pulsando en sus sienes.
Estaba sentado en su oficina, en lo alto del complejo hotelero, observando cómo el sol de mediodía se desplomaba con una lentitud exasperante sobre el horizonte tropical. Todavía llevaba su traje de la noche anterior, arrugado y desgastado por una vigilia interminable. Su cabello, usualmente impecable, estaba revuelto, y los botones de su camisa deshechos, como si se hubiera arrancado la compostura junto con ellos. En sus manos, una copa de whisky bailaba peligrosamente junto a un cigarrillo humeante, su aroma acre mezclándose con el aire viciado de la oficina.
—Señor… —La voz de Dustin lo interrumpió, irrumpiendo con una premura inusual en el santuario de su tormento.
Anton gruñ