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Simón apretó los dientes por la manera en que llamó Natalia, dejándole claro una vez más que había perdido. Sin embargo, se mantuvo firme y levantó el rostro, sosteniendo la mirada de Keiden con determinación.

—Ese bebé también puede ser mío, Keiden —dijo con un tono desafiante—. Es una posibilidad muy grande, y lo sabes.

Keiden negó de inmediato, su expresión era tensa y tenía los puños cerrados a los costados.

—No es tuyo, Simón —dijo con voz áspera—. Lo sabes tan bien como yo.

Antes de que las cosas pudieran escalar, Natalia alzó la voz, mirando a ambos hombres con el ceño fruncido.

—¡Basta! —exclamó—. Esta no es una discusión que se deba tener frente a un niño.

Lanzó una mirada acusadora a Simón y agregó:

—Ya causaste suficientes problemas, Simón. Lo mejor es que regreses a tu habitación.

Sus palabras cayeron como un balde de agua fría para Simón, quien sintió una punzada en el pecho. La dureza de su tono lo dejó dolido, pero no tuvo tiempo de responder antes de que
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