—Bien, debo ir a recoger mi traje, que mande a comprar para mi boda —dijo Scott con una gran sonrisa, mientras aún sostenía a Valentina entre sus brazos
—Más te vale llegar a tiempo a la boda, Scott.
Él rio y asintió
—Estaré antes de que llegue nadie, lo que más anhelo ahora es ser tu esposo, y después te llevaré de luna de miel.
—No me has dicho a donde iremos.
—Ah, es que es una gran sorpresa, ya lo verás, es un hermoso lugar.
Ella asintió curiosa, él besó sus labios, y luego se fue, debía ir por su traje a una tienda del centro del pueblo.
Valentía entró en la mansión, miró la hora, era mediodía, la boda sería a las seis de la tarde, aún faltaba tiempo, pronto sería la esposa de Scott, otra vez y eso la llenaba de ilusión, supo entonces que nunca dejó de amarlo, pero su orgullo necio no la dejaba darse cuenta.
Cuando Scott llegó a aquella tienda, recogió pronto el traje que mandó a traer, estaba subiéndolo a su auto, listo para volver a casa, se sentía emocionado, como nunca