Cuando Scott y Valentina llegaron a casa, sus rostros estaban tan serios, entraron tomados de la mano, como si nada, ni nadie pudiera separarlos.
—¿Dónde está mi madre? —preguntó Scott con firmeza, y la empleada le confirmó que ella estaba en su biblioteca, ambos caminaron hasta ahí, Valentina fue la última en entrar, algo vio en la mirada de Scott, algo furioso que de pronto la hizo temer de que Diana pasaría el peor de los momentos
Diana levantó la mirada, abandonado su clásica lectura, y miró a su hijo con gran sorpresa, dejando el libro a un lado y levantándose
—¡Hijo! ¿Cómo te sientes? —dijo con voz tan dulce, pero Scott detestó escucharla, ya no podía creer en ella
—¡Lo sé todo! —exclamó mordiendo con furia cada palabra
Diana sintió que su corazón latía demasiado rápido, que no podía pensar con claridad, ¿Qué sabía él? Y tuvo un presentimiento de lo peor, temblaba de temor
—Hijo, ¿De qué hablas? No puedo comprenderlo —exclamó fingiendo, aturdida y asustada
—¿No puedes comprend