47. "La dulce venganza de la periodista"

Kathia se debatió entre dos opciones, regresar a la fortaleza que era Santa Marinella y abrazar a su hija por horas largas, o ir al atracadero.

Su rabia y odio por Francesca la cegaron, e Isabella Ferragni le prometió que su hija estaría a salvo, que a esa propiedad nadie entraba… al menos no vivo, y que los niños estarían sanos y seguros, que podía hacer lo que su mente le pidiera en ese momento, así que con un beso y largo y abrazo a su hija, condujo media hora al lugar que sabía ya a donde Cassio y Francesca se dirigían.

Allí las cosas pintaban según lo planeado. Maurizio estaba cerca del estacionamiento, vestido de forma que no llamaba la atención y con una gorra, así que avisó de la llegada de su primo y Francesca por un diminuto dispositivo de caucho que tenía en la muñeca.

— El barco ya nos está esperando para zarpar. ¡Por fin estaremos juntos, cariño! — dijo Francesca, y le besó la mejilla antes de buscar al hombre con el que había hecho un trato.

Este recibió primero el diner
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