Lexy quiso soltar un grito de ansiedad que le subió por la garganta y aunque por un breve instante se reprimió, terminó liberándose como le antojaba.
De pronto, su mente voló lejos y se sintió un poco más impaciente, más curiosa y un poco más húmeda.
—¿Encontraste el lubricante? —curioseó coqueta. Joseph negó con la cabeza—. Estoy caliente, así que apúrate —indicó mandona y el hombre se quedó boquiabierto.
—Me tienes más que sorprendido, Lexy —respondió, jugando con la situación, alargando la espera y haciéndola sufrir un poquito más—. Me gusta el modo en el que te estás revelando.