Estaba segura de que jamás se había sentido tan excitada y se sorprendió cuando consiguió sentir su corazón y su coño latiendo desenfrenados y al mismo ritmo, como si estuvieran conectados.
Jamás había deseado tanto el contacto y, no obstante, era usual para ella tener a Joseph cerca, sus dedos ya conocían a la perfección la suavidad de su piel y su nariz identificaba su aroma aún con los ojos cerrados; lo necesitaba, tanto que empezaba a saborear sus besos y la humedad de su saliva.
—Entonces —murmuró Joseph y besó su nuca—, ¿ya pensaste en lo que dije antes?
—Más o menos —respondió Lexy con la respiración trabajosa.
—Entonces ya tenemos claro lo qué