Lexy se despidió de sus padres desde la puerta de su nuevo hogar y tras besarles en la mejilla, los observó caminar por el campo abierto y la oscuridad de la madrugada. Esperó allí en silencio, abrazándose a ella misma producto de los escalofríos que sentía.
Si bien, ya le había dicho adiós en repetidas ocasiones a sus padres, este era un adiós diferente, un adiós que cortaba toda unión y que la mantendría como la mujer independiente que siempre había anhelado ser. Con un marido que sí la amaba y que la respetaba y con una vida que sí quería vivir.
De pronto recordó a su fastidiosa conciencia, esa que se encargaba de contradecirle todo lo que pensaba y deseaba.
“¿Por qué no estás fastidi&aac