Sofía casi se moría de la vergüenza y no se atrevía a mirar a Simón.
Ella solo era una actriz con poca popularidad, no podía ofender al señor Hernández, pero tampoco a Simón, quien la había escuchado hablar bien de Alex. Sofía se preocupó temiendo que él se vengara de ella. Al pensar en esto, giró de golpe la cabeza para mirarlo y dijo haciendo un puchero:
—En realidad, usted también es muy...
—¿Acaso lo que dijo ella no es la verdad? —la interrumpió Alex, apareciendo en la puerta de repente.
Alex se apoyó a un lado de la puerta, mientras Simón estaba de pie al otro lado.
Noa suspiró. “Uff, es tan difícil cenar tranquilamente.” Temía que volvieran a discutir, así que se apresuró a pasarles sus platos para que dejaran de hablar.
Los dos tomaron sus platos y cubiertos y la miraron un poco perplejos.
—¿Bolita?
—¿Noa?
Noa los miró inexpresiva y ordenó:
—Tomen sus platos y salgan de aquí ahora mismo. Y me cierran la puerta.
Los dos hombres no sabían qué responder. Después de un momento, hi