Noa hizo una mueca y dijo:
—He dicho la verdad. A esta edad, tienes que pensar en tu propio matrimonio.
Manuel arqueó una ceja y le echó una mirada a Noa diciendo:
—Dejamos el tema ya.
—No. Insistiré si me vuelves a mencionar el tema de las citas a ciegas en el futuro.
—¿Crees que yo quiero obligarte a asistir a alguna cita a ciegas? No es así. No me importa si te casas o no. Mientras estés feliz, si no quieres casarte, yo puedo cuidarte hasta el fin de mi vida sin problemas. Pero...
¿Pero qué? Noa escuchaba con atención y lo miró con impaciencia.
—¿Recuerdas lo que hiciste anoche? —Noa se puso incómoda y no quería escuchar más, pero Manuel siguió—: Al parecer ya recuerdas algunas cosas.
Noa mantenía el silencio.
—Dijiste que ya no sentías nada por él. Pero cuando estabas borracha, tus acciones no correspondían con tus palabras.
Esto preocupaba a Manuel. ¿Qué había hecho ese tipo para que su hermana estuviera tan enamorada de él? Cuando no estaba borracha, podía mantener la mente despi