Este Matrimonio Está condenado
Este Matrimonio Está condenado
Por: Livi Ruiz
QUIERO EL DIVORCIO

― ¿Escuchaste? Sí… Él la engaña y ella actúa como si nada…

― ¿Qué es lo que lleva puesto? Ella es tan degradable

―No te imaginas cuanto la odio, no es más que una mujer engreída por su estatus, que tiene atando a nuestro hermoso y valiente capitán…

―Es cierto, no merece más que todo lo que le sucede, ¿no lo crees?

― Si tienes razón, es lo de menos, después de todo, ellos solo están casados por una unión familiar, el gran capitán de la marina solo está con ella porque su familia se lo exige.

― ¿De verdad?

―Si…

Las risas no tardaron en llegar, mientras que yo solo caminé por los pasillos, lo hice con toda la tranquilidad del mundo, con mi cabeza muy en alto y observando a todos con una superioridad absoluta.

Lo hice hasta que el ruido acabo y lo vi ahí a él, mi esposo, el hombre que solo me había atado a una vida llena de tantas cosas degradables.

Uno que solo me causaba no más que degrado de ver y que odiaba con todo mi corazón, mientras que él parecía mostrarse de la misma manera hacia mí.

¿Por qué estábamos juntos? Esa era la pregunta que se hacían muchos, mientras que la respuesta era más que clara, lo estábamos debido a una unión injusta de parte de nuestras familias.

O mejor dicho de parte de su familia, pues la mía, se mostró renuente desde el inicio.

Lo hacíamos, porque al final de cuentas, había sido elección de parte de la familia Elrod y de mi esposo, cuando éramos solo niños.

Porque según él, yo era una niña linda y quería casarse conmigo, por mi hermoso rostro, justamente la sentencia que me acompañaba hasta este preciso instante.

―Capitán… En verdad, usted es uno de los hombres que más admiramos, ha logrado tantas hazañas, ha hecho tantas cosas que son dignas de admirar.

―Solo he cumplido con mi deber, no es como si fuese algo digno de alagar.

Ella pasó su mano por su rostro, lo observo con una mirada cargada de tanto amor y admiración, mientras que él, parecía no estar incómodo con aquello.

Solo le sonrió y tomo su mano, dándole un casto beso a la palma de su mano y la observo como si fuese un mundo entero por descubrir.

―No puedo creer que este atado a una mujer como aquella, no puedo creer simplemente que su vida sea tan miserable, si usted acaba con su matrimonio, yo me encargaré de hacerle la vida más fácil, me encargaré de hacerlo sentir una y mil cosas.

Ella pasó su mano por su uniforme blanco, mientras que él mostró una pequeña sonrisa, parecía encantado con sus palabras.

¿A cuántas había engañado de aquella manera? Era tan lamentable este hombre que, al final de cuentas, solo me causaba lástima.

―Me siento halagado, la verdad es que una mujer tan hermosa como tú me diga algo como esto, que me haga sentir como tú lo haces, solo me hace pensar que tengo una y mil posibilidades…

Ella sonrió, lo atrajo hacia ella y lo beso con un deseo digno de admirar, mientras que yo observaba todo en silencio.

Era curioso, estaba tan ensimismados en lo que pasaba entre ellos, que no habían notado siquiera, que tenían público presente.

―Me gusta mucho capitán, me gusta demasiado, tanto que no me importa lo que ocurra, solo quiero que me haga suya…

Él la presionó con una más fuerza contra la pared, parecía ser que lo harían ahí mismo, sin importarles si los veían o no.

Era muy típico, al parecer, de este, sobre todo, porque solía ser la comidilla de todos, el capitán con una vida sexual lo bastante conocida.

Como para llegar a mis oídos, debía ser demasiado estúpida para no saber que todas aquellas mujeres que solía burlarse de mí.

Habían sido amantes de mi prometido, por lo que solo mostré una pequeña sonrisa, observé la situación y cuando estos se besaban con más fervor.

Escuche mi nombre, un poco antes de que lograr siquiera interrumpirlos, para no continuar viendo semejante acto tan banal.

―Tu esposa no es más que una mujer estúpida, deberías dejarla capitán, hacerme tuya para siempre, debería entender que esa mujer no te llega ni a los talones, ella solo es una chica con ropa horrible, con una belleza común, ¿sabes el apodo que le tienen? La llaman el cuervo, ¿qué clase de mujer como esa? Puede estar con usted, en cambio, usted… Usted es el hombre más hermoso que he visto en mi vida y yo…

Pero él la calló, lo hizo con un beso fogoso, se pegó más a ella y esta dio un gemido, mientras que yo di una pequeña sonrisa.

Hice un pequeño ruido con la garganta y los dos rostros me observaron fijamente, aquellos que me observaron con tanta sorpresa.

Note el rostro de Calix Elrod, mi esposo, el capitán de la brigada de marines de la Grecia, más exactos de la playa de Navagio.

Una de aquellas que eran llenas de paz, gracias a este niño rico, que jugaba a ser el gran capitán, cuando no era más que un descarado, que le encantaba meterse en las faldas de las mujeres.

―Señora Dagón…

De hecho, ese era mi apellido de soltera, pero quien era yo para corregirla, solo era la esposa del hombre con el que ella parecía estar a punto de tener sexo en un pasillo.

Sonreí hacia la chica, aquella que inicio a temblar, y parecía estar preocupada, más cuando había labial en el cuello y boca de mi esposo.

Aquel que me observaba sin perder un solo segundo cada uno de mis movimientos ¿Qué pensaba? ¿Qué haría un gran drama y lloraría?

¿Qué me mostraría como si fuese no más que una niña ante su engaño? Pobre hombre ridículo, los observe y note como aquella arreglaba su pequeño vestido.

Como parecía estar a punto de escapar, y como Elrod, solo daba un paso atrás un poco incómodo, como él daba espacio para que ella pudiese ir y se limpiaba de manera disimulada y arreglaba su uniforme.

Observe como esta corría hacia lo que parecía ser el lado contrario, por lo menos lo intento hasta que escucho mi voz.

―De aquel lado no hay salida señorita…

Ella detuvo sus pasos, mostró un gesto amargo y avergonzado, observo hacia mi espalda, como si buscara una salida, mientras que yo.

Solo di un paso al lado, uno que esperaba que viera como una muestra que podía solo marcharse sin más, pues yo no le haría nada.

Algo que pareció comprender, pues aquella corrió, lo hizo con tanta prisa que me sorprendió, más cuando a penas y pude notar que había pasado a mi costado.

Di una pequeña sonrisa y negué con la cabeza completamente divertida y su voz logrando sacarme de mi pequeño rato de diversión.

― ¿Te diviertes? No tienes que hacer un drama, puedo explicarte…

―No necesito que me expliques Elrod, creo que lo que acabo de ver y escuchar es más que suficiente para sacar una conclusión.

―Sé muy bien que estás llegando a sentirte mal por la situación, que yo…

―No, no me importa, la verdad es que es de esperarse de tu parte, acepto que es la primera vez que te veo, pero no es nada nuevo para mí…

― ¿Qué? ¿De qué hablas? ¿Ya lo sabías?

Este hombre patético, tan llevado de su virilidad, parecía que no tenía un solo pensamiento en su cerebro, pobre, era hueco allí arriba, al parecer.

Sonreí con sorna ante sus palabras mientras me preguntaba, ¿desde cuándo él creía que yo estaba enmarada de él?

Si soportaba todo esto, no era por amor, era por mi palabra, por las de mis padres, y ahora ya no había nada que me atara a él.

Ahora era completamente libre y eso he de decir que lo agradezco.

―Tú no me importas para nada Calix Elrod, tú no eres de importancia, mucho menos lo que llegues hacer…

― ¿De qué hablas Calíope? ¿A qué va todo esto?

Él me observó fijamente, parecía estar tenso y parecía esperar algo de mi parte, por lo que sonreí con una expresión tranquila.

Y hable con un tono que seguramente él jamás esperó.

―Quiero el divorcio

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