En busca del amor

“Sin hablar, sin pensar, iré por los senderos: pero el amor sin límites me crecerá en el alma.”

Arthur Rimbaud

Rumbo a su casa, no deja de pensar en lo hermosa que es María, parece ser una mujer tan sencilla, inocente, pero a la vez tan despierta. Nada parecido, a las mujeres con las que él suele salir y abordar sexualmente. Sonrié pensándola. De pronto, mira un puesto de revistas. Se detiene, le pregunta al vendedor, desde la ventanilla por el suplemento que María le mencionó minutos atrás.

El hombre asiente con la cabeza, toma un ejemplar del periódico, se lo entrega. Él la paga con un billete.

—¡Quédese con el resto!

Toma el periódico, lo dobla y lo coloca en el asiento.

Llega a su casa. Baja del auto, entra y lo recibe su perro Goldy, un husky siberiano, color oro lingote.

—¡Hola amigo! —le dice al perro, mientras éste, no deja de mover su cola y ladrar emocionado a su amo.

Sube a su habitación, se ducha, oye los mensajes de su contestador. Recuerda el periódico, baja. Lo busca, se prepara un sandwich, y sube otra vez a su cuarto.

Se recuesta y comienza a hojear el periódico, en busca de la columna que María mencionó temprano.

Al fin la consigue y comienza a leerla. Es sorprendente para él, haber conocido de esa manera, a una chica tan especial.

   El relato de hoy, se titula:

Buscando el amor

La vida, nos lleva por distintos caminos, pero éstos, siempre de una u otra manera, nos dejan un aprendizaje.

A veces sin pensar, nos tropezamos con personas que jamás logramos olvidar, que se instalan en nuestra mente, en nuestro corazón y hasta en nuestra piel. Cómo diría un amigo se roban nuestro ADN.

Otras veces, por el contrario, nos encontramos con personas, que desearíamos no haber conocido y que preferimos no recordar, bien por qué nos estafó sentimentalmente hablando o bien porque nuestros destinos tomaron diferente ruta.

El amor, es simplemente un pasajero en nuestras vidas, si queremos llevarlo hasta su destino final, pues lo llevamos… sino, él mismo se bajará en la próxima parada.

Lo cierto en todo esto, es que de una u otra manera, es nuestra decisión volver a creer o no, en el amor.

Mario, se queda pensativo, preso de aquellas palabras, que se repiten una y otra vez en su mente: Es nuestra decisión, volver a creer o no, en el amor. En sus recuerdos se atropellan las imágenes del rostro perfectamente delineado y de trazos delicados de María, su voz suave pero aguda, los labios carnosos, los ojos amielados y la mirada profunda de aquella inusual mujer.

En el otro lado de la ciudad, María intenta empezar el artículo que debe entregar para que salga publicado al día siguiente. Pero en su mente, sólo se mantiene el recuerdo de la voz grave y sensual de Mario, una sonrisa pícara que va acompañada de una sexy mirada y de unos ojos negros tan oscuros como su cabello.

Se levanta, busca en su bolso, revisa y encuentra la tarjeta. La examina una y otra vez. Quiere llamarle, sí, eso quiere. Mas, la detienen, los escrúpulos sembrados por su madre: “Nunca estés detrás de ningún hombre” Y la inseguridad de si a él, podría incomodarle su llamada.

Someter sus pensamientos a juicio, siempre han sido su mayor fuerte en algunos casos, en otros su mayor debilidad; la razón por la cual no se atrevió antes a develarse, tal como es y como siente.

Inicia con una frase, que le llega por arte de magia. Comienza a escribir aquel texto, antes de que sus ideas vuelvan a desaparecer con la mirada o la sonrisa de Mario.

“Mario, se llama Mario” piensa y sonríe más ampliamente al establecer un vínculo otroral entre ambos.

¿Qué significaba aquello? ¿La señal que esperaba? Respira profundamente.

—¡A trabajar María! Para eso te pagan —dícese a sí misma.

Por unos minutos mira el texto escrito, borra y reescribe algunas líneas. Finalmente parece ya terminado.

Retrato de amor

Podemos pensar que el amor no debería tener rostro porque no es la apariencia lo que conecta a dos personas cuando se encuentran, sino sus almas; las cuales se sintonizan en una misma frecuencia y desde allí, la energía fluye, se expande.

Aún así, muchas veces, es una mirada o una sonrisa ese primer chispazo que enciende la llama de la pasión y las primeras áreas del cuerpo son devastadas por ese incendio.

Hacerle un retrato al amor es tan imposible como querer detenerlo cuando dos seres que vibran desde un primer momento, tienen en sus manos el poder de dibujarlo con sonrisas, sin tristezas.

El retrato del amor está lleno de tintes multicolores. Hoy para mí, lleva el color de los amarillos más intensos, más ardientes.

Relee el texto por segunda vez. Parece convencida de él. Termina de editar y afinar detalles. Lo envía desde su correo.

Se levanta para ver a través de la ventana, aquella tarde que llegó para entibiarle las ganas. Cuanto tiempo sin sentirse así, tan fuera de sí. Desde el quinto piso del conjunto de edificios residenciales, puede ver un paisaje poco especial.

Mas, repentinamente dirige su mirada al parque donde juegan los niños del bloque donde ella vive, y cree conocer el auto estacionado en una esquina. Instintivamente corre la cortina para ocultarse. Sus latidos cardíacos son cada vez más fuertes.

–¡Es él!

Camina hacia la otra ventana que está más próxima. Verifica que es el auto que la atropelló hoy.

Va hasta su escritorio, toma la tarjeta, marca el número de Mario, mientras regresa a la ventana. Dos o tres repiques y escucha su voz. Algo nerviosa y sin querer quedar en evidencia corta la llamada.

Su celular enciende la pantalla. Es él quien le ha devuelto la llamada. Quiere interrumpir la llamada pero su corazón le dice que atienda. Lo deja repicar y en la octava vez, atiende.

—¡Aló!

—Buenas tardes María, ¿cómo estás?

—Bien ¿y usted? —pregunta ella, intentando parecer inmutable.

—Mirando a ver si me topo contigo sin que haya un accidente.

Ella mira hacia afuera, él sale del auto y la saluda desde abajo.

—¿Qué haces por aquí? —pregunta ella con tono de seriedad pero con la alegría dentro de su corazón.

—¿Me aceptas una invitación? —pregunta él.

—¡Dame unos diez minutos y bajó!

—¿Eso, es un sí?

—Claro, ni de modo que baje sólo para decirte que no.

Se oye la risa de él al escuchar el comentario de María. “Es tan espontánea y transparente” piensa él.

—Te espero entonces.

—¡Vale!

Él entra al auto, se recuesta del asiento de cuero negro y suspira por aquella chica que apenas tiene menos de cuatro horas que conoció.

¿Será que el amor si es intempestivo? Se pregunta a sí mismo, tras recordar el artículo que leyó de María. Cierra los ojos.

Sobresaltado se siente erguido, al oír la voz de ella:

—¡Estoy lista!

Él voltea a mirarla. Realmente María es una mujer muy hermosa, indescriptiblemente hermosa. Su cabello es largo, cae en la curva de su cintura, las caderas anchas hacen juego armónico con su pecho. No necesita exceso de maquillaje para resaltar su belleza natural. Él amaga a bajarse del auto para abrirle la puerta, pero ella se adelanta, abre y entra en el auto.

—¿A dónde vamos? —pregunta ella sonreida.

—Me gustaría que escogieras tú.

—¿Yo? No conozco ese tipo de lugares ostentosos y lujosos a los que sueles ir.

—No quiero ir a un lugar lujoso, quiero ir a un sitio donde tú te sientas cómoda —le comenta.

—¿Es en serio?

—¡Sí, por supuesto!

—Ok, pero luego no quiero que te quedes, ¿vale?

Él sonríe ante la sencillez de María, no es falsa en sus emociones, ni en sus palabras.

—¿Tienes GPS? —pregunta ella. Y él le responde, mostrando el tablero digital que está frente a ella.

—¡Rayos! —se le escapa esa frase.

Mario comienza a reír de forma incontrolable, ella lo mira con enojo, pues siente que se está burlando de ella, luego de forma repentina, ella se contagia con su risa y ríen ambos.

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