La alianza

Yo comencé a sentirme mareada; de pronto, todo comenzó a dar vueltas. Sentía que estaba a punto de desmayarme, y Luis José fue el primero en notarlo. Enseguida se acercó a mí, tratando de sostenerme.

— ¿Qué tienes, Ana Paula? ¿Te sientes mal? —preguntó.

— ¡No la toques! —exclamó Guillermo—. Es mi esposa, y yo puedo encargarme de ella.

— Pero yo soy médico y puedo atenderla, cosa que dudo puedas hacer tú —respondió Luis José.

Guillermo lo miró furioso. Se sentía impotente porque no podía alejarme de Luis José en ese momento. Mientras tanto, Abril no esperó mucho tiempo para inyectar su veneno:

— Deja que sea su marido quien la atienda y vámonos de aquí.

— No me pienso mover de aquí hasta que esté seguro de que Ana Paula y mi hijo se encuentren bien —afirmó Luis José.

De pronto, todo se volvió negro, y caí desmayada en los brazos de Luis José. Él exclamó angustiado:

— ¡Hay que llevarla a la sala de emergencias! ¡Pronto, traigan una silla de ruedas!

Una enfermera llegó rápidamente con la
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