La guardia real había llegado junto con gran parte del consejo que estaba al rededor del rey. Agusto y Eréndira habían estado tan distraídos en su plática y su escena romántica que no se habían percatado de su entrada a los jardines.
Todos los sirvientes y demás personas que ahí estaban se hicieron a un lado para ver el espectáculo. El gran monarca del reino siempre llamaba la atención con sus hermosas ropas y fina corona llena de joyas. La guardia real compuesta por adiestrados soldados que lucían armaduras completas y muy brillante, también eran un deleite visual y más cuando mostraban sus largas espadas de doble filo.
El rey había ido ahí con la intención de buscar a su sobrina y a su homólogo pero nunca pensó verlos así.
—Mi rey es un honor verlo.
Erendira se levantó sumamente apenada por la situación en la que fue descubierta. De algún modo recapacitó pensando que su moral había quedado por los suelos. Se sintió mucho peor al ver tanta gente reunida ahí que fueron testigos de ese