Esa misma noche, Roberta habló con su hermana sobre lo que tenía en mente, aunque Nora no se mostró del todo convencida.
—Ya le pagamos una mald¡ta escuela solo para que nos llamen constantemente con quejas, ¿y ahora quieres enviarla a una universidad de ricos? ¿De dónde crees que vamos a sacar ese dinero? —le reprochó su hermana con fastidio.
—Con los trabajos que he estado haciendo últimamente, podemos empezar a ahorrar —insistió Roberta—. La gente sigue viniendo por curas, amuletos y hechizos. Pagan bien. Piénsalo, Nora. Tenemos que sacarle el máximo provecho a esa mocosa. ¿Te imaginas si llega a entrar a la familia Harrington? ¿Sabes lo que eso significaría para nosotras? ¿O quieres seguir en esta pocilga por el resto de tu vida?
—¿Y si esa estúpida no consigue nada? ¿Qué vas a hacer? Ya hemos gastado demasiado en ella y no ha dado resultados.
—Yo tomaré el riesgo —una sonrisa codiciosa le curvó los labios—. Confía en mí, hermana. Haré que esa niña llegue a la cima... y nosotras c