—Tenemos a tu mujer —dijo una voz distorsionada a través del teléfono.
El cuerpo de Oliver se puso rígido ante esto, sabía que la policía estaba buscando a Esteban luego de haberse llevado a Adhara, pero no se imaginó que las cosas iban a tomar este rumbo inesperado.
—Si quieres volver a verla con vida, entonces deberás pagar el rescate —soltó la persona sus verdaderas intenciones.
«Se suponía que era Esteban, ¿no?», pensó Oliver.
—¡No te atreves a hacerle nada! —rugió él con miedo de perderla.
Esas horas desde su secuestro habían sido las más angustiantes de toda su vida. Amaba a Adhara y la idea de perderla era simplemente insoportable. No lo podía permitir así tuviera que entregar todo lo que poseía. No le importaba con tal de traerla sana y salva a su lado.
—Eso dependerá de ti.
—Muéstramela. Dame una evidencia de que es verdad —exigió rotundo.
—No estás en condiciones de negociar —y con esto se cortó la comunicación.
Oliver lanzó el teléfono al sofá y contuvo un grito