134. Entre dos realidades
Ahí, en el pasillo del calabozo, iluminado tenuemente por antorchas que proyectaban sombras en las paredes de piedra, Valdimir y Aelina se detuvieron. El Rey Lobo giró hacia Aelina, con sus ojos ámbar brillando con una intensidad que contrastaba con la suavidad de su gesto al acariciar el rostro de la joven. Sus dedos largos rozaron la piel suave de Aelina, trazando el contorno de su mejilla con una delicadeza inusitada para alguien de su naturaleza feroz y con la reputación que tenía…
Aelina alzó su mirada, encontrándose con los ojos de Valdimir. Una sonrisa cálida se dibujó en sus labios, iluminando su rostro con un brillo que parecía desafiar la oscuridad que los rodeaba. Sin embargo, tras la fachada serena de Valdimir, una tormenta se desataba en su interior. Una voz insidiosa, fría como el hielo, susurraba en las profundidades de su mente lo que él en el fondo creía que era la verdad absoluta:
«Nikolai no miente. Todos los que te rodean terminan muriendo. Ya te has visto a ti mism