Los ojos de Luca se volvieron severos.
Catalina abrió los ojos de golpe, se enderezó y mirò desorientada.
Darina tomó su mano.
—Tranquila, Catalina, estamos contigo.
—Yo… tuve un… —Catalina observó alrededor, cuando su mirada se encontró con la de ese hombre. Su corazón latió tan rápido como un tormento, las lágrimas bañaron sus ojos—. ¿Tú?
—Yo, sí, estoy aquí, pero no vine por ti. No te creas importante, a mí no me importas. Para mí estás muerta, y ojalá te hubieras matado. De haber sabido que eras tú, no te hubiera detenido, te hubiera dejado saltar por el puente, no sabes cuánto te odio, Catalina —espetó con frialdad.
Luca salió de ahí, el silencio inundó la habitación, nadie dijo nada.
Catalina se aferró a no llorar, el nudo en la garganta estaba ahogándola.
—Lo siento, lo siento, Catalina —dijo Mia y salió muy deprisa, persiguiendo a Luca.
—Déjenos a solas, hermana Susana.
La monja salió, Darina miró a la mujer.
—¿Catalina?
Ella no pudo màs, rompió en llanto sin poderlo evitar; er