Amaranta se levantó como un resorte, sintió terror.
—¡¿Qué?! ¡No puede ser!
Mariza también estaba consternada.
—Quiero saber la verdad, ¿De qué habla Arturo? ¡Digan algo!
Mariza apartó a su hijo y procedió a contarle la historia.
—¿Qué haré si Mia me odia? —exclamó Amaranta—. ¡La perderé para siempre, Diego! —exclamó asustada y el hombre la abrazó para consolarla.
***
Al dìa siguiente.
Cuando Mia despertó, observó a Arturo a su lado, dormía como un ángel.
Se levantó y recordó todo lo que pasó anoche, cada palabra que la estaba matando.
Caminó hacia el balcón, observó el hermoso paisaje, árboles verdes, lago cristalino y cielos azules, pero su estado mental no concordaba con ese lugar.
Ella era una bomba a punto de explotar, quería llorar, gritar, maldecir.
Pensó en su madre, ¿quién sería ella? Eso se preguntaba.
«Nunca pudo quererme, y no podría exigirlo, ¿Quién puede amar a una persona que nace en esas circunstancias? Y ese hombre, merece el infierno»
Mia rompió en llanto, sintió uno