Los ojos de Mariza se volvieron llorosos, sus manos temblaban, no podía creerlo, su corazón latía, vio la fotografía una y otra vez.
«¡Siempre fuiste tú! ¡Siempre fuiste tú!», pensó con rabia.
Las lágrimas rodaron por sus ojos.
—¿Mami?
Mariza cargó a Lucas, pensó en lo cerca que estuvieron de èl, y en el peligro que pudieron correr.
Mariza llamó a la niñera.
—Lleva a Luca a su habitación, que vea la televisión ahí y duerma su siesta.
La mujer lo hizo. Mariza cargó a su pequeña Helena, las lágrimas rodaron por sus ojos, sabía lo que debía hacer, llevó a la bebé a la habitación y llamó a la otra niñera, les pidió que cuidaran a sus hijos.
—Nadie puede entrar a esta casa, nadie, al menos que sea el señor Jorge.
Las mujeres asintieron.
Mariza tomó la fotografía y el diario; estaba dispuesta a ir a la comisaría. Haría lo que sea por saber si Charlie dañó a su hermana.
***
Jorge estaba en la empresa. Cuando se enteró sobre lo mucho que habían subido las acciones de su propia empresa, estaba