Enrique estaba desesperado, buscó en cada hospital, pero nadie le daba razón sobre ella.
—¡¿Dónde estás, Amaranta?! —golpeó el cofre de su coche, y condujo de nuevo a casa, se preguntaba si su madre había revelado la verdad, solo así, entendería que ella ya no lo quisiera cerca, y eso le dolía.
Cuando llegó a la casa, buscó a su madre, se acercò a ella, parecía como una fiera herida.
Silvia tuvo miedo, retrocedió, preguntándose, si sabía que ella entregó a la joven a Diego Estévez.
—¡¿Dónde está Amaranta?! —exclamó rabioso.
Silvia retrocedió.
—¿Qué? En el hospital, ¿no?
—¡No! Ella salió, y no está por ningún lado, ¿Dónde está? ¿Qué le dijiste?
Silvia estaba asustada.
—No le dije nada, ¡juro que no lo hice!
—¡Más te vale que Amaranta aparezca y vuelva conmigo, porque si no, incluso a ti, no te volverá a ver!
Enrique subió la escalera, Silvia tuvo miedo de sus palabras.
***
Jorge abrazó a Mariza con fuerzas.
—Claro que no, este bebé es mío y lo sé, no desconfío de ti, esas son palabras d