Por un momento, el tiempo parece detenerse. La habitación queda en silencio, la respiración de Kesha sigue agitada, pero algo empieza a cambiar. Sus ojos, antes distantes, comienzan a enfocarse; las lágrimas empiezan a rodar por sus mejillas mientras su pecho sube y baja.
— Papá... — murmura Kesha, su voz débil, aunque lo bastante clara como para llenar a Miguel de un profundo alivio.
Él la atrae con suavidad hacia un abrazo, sintiendo cómo el cuerpo de ella finalmente se relaja, como si estuviera dejando atrás los horrores que la mantenían cautiva.
Luciana deja escapar un sollozo de alivio, con las lágrimas escurriendo libremente por su rostro mientras agradece a la diosa Selene que Kesha al fin haya despertado. Es una emoción palpable, una mezcla de gratitud y alegría que se desborda al ver a la joven regresar por fin al mundo de los vivos.
Pasan los minutos, y Miguel continúa acariciando el cabello de Kesha; sus dedos se deslizan con suavidad por sus mechones, en un gesto reconfort