— ¿Q-qué está pasando? — balbucea Mara, con los ojos desorbitados mientras se tapa la nariz, intentando protegerse del hedor sofocante a azufre que emana de Sasha, provocándole náuseas.
El olor es asfixiante, quemando sus fosas nasales como si algo pútrido se estuviera pudriendo en el aire. Intenta dar un paso atrás, pero sus piernas tiemblan, aterrorizada por nunca haber visto una criatura como esa, que literalmente apesta a muerte.
El rostro de Mara está pálido, al igual que los de los demás, sus ojos abiertos de par en par, fijos en lo que debería ser solo un cadáver en este momento.
— ¿No debería estar muerta? Su poder y el del cachorro deberían haberse transferido... — Mara no puede terminar, su voz se ahoga en su garganta al ver que ahora la atención de la criatura está puesta en ella.
— Bocadillo — murmura la criatura, y entonces, en un abrir y cerrar de ojos, salta del altar hacia la licana, quien ni siquiera tiene tiempo de reaccionar antes de que su enorme mandíbula