El padre de Lukan resopló fuerte, un sonido cargado de desprecio, encontrando completamente ridículo el intento de resistencia de su cachorro. Ignorando al pequeño y a la hembra, caminó hacia el pequeño armario colgante en la cocina, moviendo con facilidad el falso fondo que su esposa había hecho, en la vana esperanza de que él no lo descubriera.
Sus manos ásperas agarraron una bolsa de cuero gastada que contenía el poco dinero que ella había logrado ahorrar. Comenzó a contar los pocos billetes, mientras una sonrisa cruel se formaba en sus labios.
— ¿Solo esto? — El alfa gruñó, su voz llena de desprecio. — ¡Esto no paga ni media hora con esas putas hembras humanas!
En la sala, la madre de Lukan seguía tirada en el suelo, su visión nublada, y su cuerpo entró en un entumecimiento de dolor tan grande que ya no podía sentirlo. Las palabras de su marido eran como golpes adicionales, cada una pesando más que la anterior.
Que él no estuviera en casa sería un alivio, el problema era q