Miguel, debajo de Sasha, observa cada detalle de su rostro como si estuviera hipnotizado. Sus ojos se fijan en el rubor de sus mejillas, en sus labios entreabiertos, en la expresión de éxtasis absoluto que acaba de alcanzar. Parece incapaz de apartar la mirada, completamente fascinado por la imagen de su hembra sobre él, una visión que se graba en su mente como algo sagrado.
— Perfecta — murmura Miguel, casi sin darse cuenta, su voz baja, reverente. Su mano se desliza lentamente por el cuerpo de Sasha, sus dedos trazando un camino deliberado hasta su rostro.
Sasha inspira hondo, todavía recuperando el aliento, mientras siente el calor del toque de Miguel sobre su piel. El ardor que emana de él aviva aún más el fuego dentro de ella.
El olor de la excitación de Miguel inunda sus fosas nasales de una forma que nunca antes había sentido. Sus ojos se dilatan y se siente mareada, como si